¿Por qué?

La ingenuidad del viceministro Martín Vallcorba al hablar en un comité de base el pasado 25 de agosto resulta enternecedora. Olvidándose de que pertenece a un proyecto político que milita diariamente por la evasión de la realidad, le explicó a un grupo de militantes (mayoritariamente del Partido Comunista del Uruguay) que lo prometido en campaña era imposible. Lejos de ser una muestra de sinceridad, lo visto es el sumun de la hipocresía. En este caso, un tipo de hipocresía específica de un sector de intelectuales que se autodefinen de izquierda.

Me refiero a los integrantes del Frente Amplio que sí entienden los fundamentos de cómo funciona el mundo. Gente que sabe que la Tierra es redonda, que la gravedad existe y que Cristina Kirchner es una delincuente. También se dan cuenta de que no hubo nunca nada admirable en Evo Morales y Hugo Chávez, solo tuvieron suerte y que la economía de mercado funciona, mientras que el socialismo real fue un fracaso. Gente que además sabe, tal como Vallcorba explicó en el comité, que las restricciones presupuestales hay que respetarlas porque si no la cosa termina en la peor destrucción económica y social.

Con estas personas se puede discutir el tamaño del Estado, los impuestos o la distribución de la riqueza, pero no la gravedad. Sin embargo, por alguna razón oscura, los Oddone y Vallcorbas terminan apoyando partidos que sueñan con la revolución cubana, cantan la Internacional y creen que la riqueza es infinita y solo importa distribuirla, mientras consideran las restricciones fiscales como un invento del neoliberalismo hambreador. La pregunta es: ¿por qué?

¿Por qué alguien que comprende claramente cómo funciona el mundo se embarca en un proyecto político con quienes no entienden nada? La postura del número dos del Ministerio de Economía durante el comité es solo una consecuencia de eso, un síntoma de juntar personas que, más allá de autodefinirse como de izquierda, no tienen ninguna agenda para el Uruguay en común.

Para Oddone, Vallcorba y compañía, Uruguay sale adelante con más crecimiento económico. La clave, sostienen, es elevar la productividad, mejorar la calidad del capital humano y abrir mucho más la economía, aún muy proteccionista. También saben que necesitamos inversión privada, tanto local como extranjera, como al agua para sobrevivir. Claro que les preocupan las causas sociales, pero como personas sensatas entienden que sin crecimiento económico será imposible cumplir aspiraciones materiales y sociales. Por eso, trabajan para atraer unos 15.000 millones de dólares anuales en inversión, con la esperanza de crecer de forma sostenida y poder atender las necesidades de salarios, empleo, jubilaciones y programas sociales.

Sin embargo, tal como confesaron, escriben libros de ficción llamados “bases programáticas del Frente Amplio” junto con gente que piensa en lo opuesto. La mayoría de los militantes y legisladores del MPP, del PCU y del PSU están convencidos de que el problema es la distribución de la riqueza, y que la solución pasa por elevar los impuestos a los ricos y redistribuir lo que ya hay. Como niños que creen que apretando botones arreglarán la realidad. Al mismo tiempo, desconfían de la empresa privada como generadora de riqueza y creen que el libre comercio solo trae daños. Se oponen a cualquier iniciativa que lo fomente. En lo internacional, se sienten identificados con actores que desafían a EE.UU. y desprecian los valores occidentales.

Claro que ser de izquierda no necesariamente implica rechazar toda forma de mercado. Existen corrientes que reconocen el papel del emprendimiento y la iniciativa privada. La hipocresía surge cuando estas personas de izquierda, conscientes del valor del mercado, participan en silencio en proyectos políticos que defienden causas ridículas. Desde el jueves pasado sabemos que ellos saben lo falso que es lo que escriben y repiten.

Es difícil entender qué piensan o sienten para actuar con tanta hipocresía. Saben que la versión oficial de su partido defiende el desastre económico y social. Reconocen, en lo esencial, que muchas propuestas del gobierno anterior -como la reforma de seguridad social- son positivas, pero se oponen sin razones válidas.

Si hubiera que apostar, se podría decir que la raíz del problema es moral. Racionalmente, creen en casi lo mismo que la oposición, pero no pueden soltar el peso moral de “ser de izquierda”. Aunque coinciden en lo esencial con Arbeleche y Saldain, estos personajes creen que son mejores por pertenecer al Frente Amplio. Por eso jamás se irán de ahí, vivirán en esa oscura contradicción con tal de seguirse creyendo mejores por ser de izquierda. Es más para el psicoanalista que para el análisis político.

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