No somos tan especiales

No por grandilocuentes fueron acertadas las reacciones de los “formadores de opinión” luego del episodio del pasado domingo. Demasiada sobreactuación de muchas personas que abonan demasiado seguido la tesis de “la excepcionalidad uruguaya”. Nos daríamos por satisfechos si el lamentable episodio sufrido por la fiscal Mónica Ferrero, al menos, sirviera para una cosa: terminar con la permanente sobre romantización de la cultura cívica de nuestro país.

Sí, claro que tenemos un consenso en que está buenísimo que los presidentes se encuentren y dialoguen. Ayuda muchísimo a la convivencia democrática saludable, las transiciones civilizadas y ojalá siempre los presidentes y ex presidentes puedan caminar por la calle conversando con personas que los votaron y los que nos los votaron. Listo, tenemos un primer gran acuerdo en que esto es positivo. Tenerlo es un capital, una base sólida a preservar. Todos nuestros problemas serían más graves si tuviéramos el clima de polarización o violencia política que vemos tanto en el resto del mundo.

Pero deberíamos tener un segundo gran acuerdo: esto no alcanza. Los políticos, los intelectuales, los periodistas, la élite intelectual en general del Uruguay tienen que dejar de festejar como una clasificación al mundial que los presidentes conversen o asistan juntos a la asunción de un mandatario extranjero. Buenísimo que lo usemos para vender al país afuera, para captar inversiones o para valorizar la marca Uruguay. Pero de la frontera para adentro tenemos que ser bastante más exigentes con lo que admitimos. De verdad, ya está, aflojemos por un par de años con esta autocomplacencia que tanto daño nos hace.

Por ser un ejemplo conocido, no deja de ser muy ilustrativa la comparación con el deterioro previo a la última dictadura militar. Con esta tontería de la “excepcionalidad uruguaya” ya nos comimos la curva en los 60 y 70 cuando se rompió la democracia a pesar de que la élite uruguaya estaba convencida de que “acá no va a pasar”. Acá sí va a pasar, no somos tan especiales, no somos tan distintos. Acá viven personas de carne y hueso, vivimos en un país que es parte de una región y de un mundo. Las cosas pueden demorar un poco más en llegar, pero nada nos protege definitivamente de que el narcotráfico, la violencia política, los outsiders anti sistema o la corrupción a gran escala lleguen.

La “excepcionalidad uruguaya” corre para bien o para mal. Poniendo una cuota optimista, esta idea también juega para subestimar lo que podemos hacer. A veces uno ve un pesimismo tonto y aldeano en la imposibilidad de solucionar problemas porque “acá somos así”. La educación no se puede arreglar porque acá FENAPES es un gremio destructivo, como si las corporaciones no hubieran sido en todo el mundo un factor de defensa del status quo.

Estén seguros de que FENAPES no tiene ningún poder mágico distinto al de otros sindicatos docentes globales que intentaron bloquear las grandes reformas que modernizaron la educación. Uruguay puede tener una educación mucho más moderna, una ciudad mucho más limpia y bajar los horribles niveles de violencia tal como se hizo en tantos otros países del mundo. No somos excepcionales tampoco para esto

El domingo amanecimos consternados. La sensación de que se rompió una nueva línea y que no sabemos cuál es el nuevo límite es generalizada. Mensajes de solidaridad, consternación e indignación; un vendaval de sobreactuaciones. Algunas de ellas muy incómodas de leer y escuchar. La peor parte quizás fue la política menor, el intento de la ventajita política representada en primer lugar por nada menos que el Ministro del Interior, quien en medio del drama dijo que “el narcotráfico reacciona frente al trabajo y los resultados de las investigaciones”. ¿De verdad un integrante del partido que venía socavando día y noche el trabajo de la Fiscal Ferrero, haciéndole llamados políticos al parlamento y buscando su renuncia, tiene el toupé de decir esto? Negro está ahí por Díaz, quien dedica toda su jornada a intentar dos cosas: ser ministro de Justicia y cambiar a Ferrero de la fiscalía de corte. Un poquito de pudor no vendría mal.

Ojalá lo triste del domingo sirva para que todos entendamos que no somos especiales. Que nuestra democracia es fuerte, pero se puede quebrar y que si hay incentivos económicos el narcotráfico seguirá sofisticándose. Aflojemos, al menos puertas adentro, con romantizar cada gesto de civilidad política. Pongámonos más exigentes con lo que Uruguay puede ser, si no la realidad va a cortar con tanta dulzura.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar