Algo cruje en este occidente que solemos identificar con las ideas de libertad, democracia, igualdad y garantías individuales. Entre la gente supuestamente más formada, la que estudia, enseña e investiga en las mejores universidades de Europa y de Estados Unidos, hace tiempo que se está consolidando una manera de pensar que va contra esos valores y se acerca a posiciones que creíamos superadas e impropias del mundo académico e intelectual.
Es verdad que desde tiempos inmemoriales ha habido intelectuales de renombre que se pusieron del lado equivocado de la historia. Pero igual alarma ver cómo en el mundo sofisticado de los claustros universitarios, tomó cuerpo la práctica de la cancelación, una forma de censura atroz, de acallamiento del debate de ideas e intercambio de conocimientos, tal como se hacía en los tiempos de la inquisición y de caza de brujas.
Se prohíben autores, se reescriben las obras de otros, se boicotean las conferencias de invitados con los que no están de acuerdo y se exige (por lo general con éxito) el despido de renombrados catedráticos que en sus clases han dicho cosas que los estudiantes entienden ser “hirientes” a su sensibilidad.
Como si esto no fuera suficiente, se agrega ahora la postura de académicos e intelectuales de izquierda contra Israel por la guerra desatada en Gaza a partir del violento, salvaje ataque del grupo terrorista Hamás a la población civil en octubre pasado.
Bajo el manto de un supuesto apoyo a la causa palestina, estas protestas terminan siendo una desembozada expresión de antisemitismo, visceral y profunda.
Se le pide a Israel “proporcionalidad” en su respuesta al ataque de Hamás, sin nunca haber exigido algo similar al grupo terrorista, sin nunca denunciar a Hamás por usar a su propia gente como escudo.
Pero además, ¿qué es proporcionalidad? ¿Decapitar, fusilar, violar, quemar de igual manera que hizo Hamás ese fatídico día?
Los llamados progresistas, los intelectuales supuestamente lúcidos optaron por asumir un discurso profundamente reaccionario.
Los grupos LGBT marchan en esas protestas, con sus consignas y sus colores del arcoíris con una ingenuidad que no se puede creer ¿o será cinismo? Es que su larga lucha para que sus derechos fueran reconocidos, encontró eco en Occidente, no en el Medio Oriente.
Lo que ellos defienden en sus países y en sus universidades no vale en Gaza, ni en Irán ni en ningún país musulmán. Si se manifestaran en eso lugares, serían apresados, condenados, ejecutados y quizás decapitados. ¿No lo saben acaso?
Israel se pone adelante de los suyos para defender a su gente. Hamás pone a los suyos por delante para que caigan primero ellos. Construyen abajo de hospitales, escuelas y mezquitas túneles donde esconden su arsenal y desde donde lanzan misiles. Lo hacen adrede. ¿Por qué no los condenan los iluminados de siempre?
Es verdad que el primer ministro israelí inició una reforma del sistema judicial que recorta la independencia del Poder Judicial. Habrá que ver si tras la guerra se anima a insistir con su proyecto, que encontró fuerte rechazo y se expresó en multitudinarias protestas en todo Israel.
Aun así Israel sigue siendo el único país democrático de la región. Un país construido sobre bases socialdemócratas, cosa que las informadas izquierdas parecen olvidar o ignorar.
Mientras Hamás mantenga su actitud terrorista y su tesis de que la única solución es la de echar los judíos al mar, no habrá paz porque no hay un punto de arranque desde donde negociar.
Hamás actúa con el terror y el chantaje. Ataca con saña sabiendo que habrá represalia y con ello chantajea a Israel al lograr esta suerte de hipócrita solidaridad. Pretende lanzar la guerra pero que el atacado no responda. En su lógica terrorista, teocrática, y de desprecio a todo lo que es judío, encuentra el apoyo de los iluminados de Occidente, que desde sus bibliotecas y sus universidades despliegan su antisemitismo.
Tomaron el bando equivocado, como en el pasado lo tomaron los intelectuales que apoyaron fascismos y comunismos. Nunca están con la democracia, con la libertad, con el genuino respeto a los derechos humanos. Optan por lo más reaccionario.
Como alguna vez dijo el expresidente Julio Sanguinetti, Israel es “la trinchera de Occidente”. Hay mucho en juego ahí. Todo lo que se vincula a nuestros valores, a libertades, derechos y garantías. Por eso asombra que desde el corazón de Europa y de Estados Unidos surjan estas reacciones tan extremistas.