La crisis financiera de la Intendencia de Montevideo ha puesto al Frente Amplio y a Carolina Cosse a la defensiva. Con la habitual estrategia de trasladar responsabilidades hacia afuera, la exintendenta y hoy vicepresidenta de la República insiste en culpar al gobierno nacional por el déficit de la comuna, argumentando que se debió al “retiro del Estado” durante la pandemia y a supuestos recortes de programas sociales. Sin embargo, los números y los hechos son contundentes: el rojo de la Intendencia, que alcanzó los 90 millones de dólares en 2024, es producto de la mala administración y del despilfarro durante su gestión.
Lejos de una administración austera y prudente, lo que marcó el período de Cosse fue una lógica de expansión del gasto sin control, disfrazada bajo la excusa de atender la emergencia sanitaria. El Plan ABC, presentado como la gran carta social del Frente Amplio, se transformó en un instrumento de propaganda con escasos resultados. Se multiplicaron anuncios, se inflaron cifras y se distribuyeron recursos sin una planificación seria ni evaluación de impacto. Hoy, el legado tangible es un agujero financiero que compromete el presente y el futuro de Montevideo.
La insistencia en acusar al gobierno de Lacalle Pou de haber “retirado al Estado” es, además de falaz, un insulto a la inteligencia de los montevideanos. Las carencias de la IMM no se explican por un Fondo Metropolitano recortado o por préstamos internacionales que no se concretaron en los montos esperados. Se explican por el desorden, la falta de prioridades y la vocación permanente de gastar más de lo que se recauda. No es el gobierno nacional el que resolvía cada gasto en la Intendencia. Fue Carolina Cosse quien eligió un camino populista de promesas fáciles y cuentas en rojo, mientras el gobierno de Luis Lacalle Pou aumentaba sensiblemente las transferencias sociales.
El propio Mario Bergara, al asumir, se encontró con esta situación y en lugar de marcar un quiebre con los excesos del pasado, decidió profundizarlos. La primera medida relevante de su gestión fue solicitar una línea de crédito con el Banco República, disfrazada de herramienta “histórica” de la comuna. En la práctica, se trata de abrir una tarjeta de crédito por hasta un doceavo del presupuesto anual. Si el diagnóstico era que la situación no era “estructuralmente grave”, como insiste Cosse, ¿por qué la urgencia de endeudarse apenas asumido?
Pero lo más preocupante no es solo la falta de coherencia del Frente Amplio, sino también la actitud de parte de la oposición. En la Junta Departamental, ediles blancos y un colorado decidieron acompañar la iniciativa, aun reconociendo sus dudas sobre la forma en que se tramitó. Se ampararon en argumentos de “responsabilidad institucional” y en la conveniencia de no privar a la comuna de un instrumento financiero. En los hechos, terminaron siendo funcionales al Frente Amplio, dándole un barniz de consenso a una medida que merecía la oposición en defensa de los sufridos contribuyentes montevideanos.
Un edil habló de “exigir austeridad, ajustes y orden”. Otro señaló que tenía “dudas sobre la forma” pero igualmente votó afirmativo. Otra advirtió que “no era un cheque en blanco”, aunque su voto fue exactamente eso. El colorado propuso una moción para que en el próximo presupuesto se contemple el financiamiento de pasivos, pero la realidad es que también terminó alineado con la mayoría frenteamplista. Los discursos críticos pierden credibilidad cuando se acompaña al oficialismo levantando la mano y la incoherencia es un pecado en la actividad política.
La política requiere de convicciones. La oposición, en su rol de contralor, no puede prestarse al juego de sostener las improvisaciones de quienes llevaron a la Intendencia a esta situación. El Frente Amplio eligió el camino del gasto irresponsable, de culpar siempre a otros y de vivir de prestado. La responsabilidad de la oposición debería ser marcar ese rumbo equivocado y no ser cómplice de los mismos errores.
Montevideo necesita administraciones serias, que entiendan que los recursos de la comuna no son infinitos y que la transparencia no se declama, se practica. Mientras Cosse se dedica a justificar lo injustificable y Bergara abre nuevas líneas de crédito, la ciudad sigue enfrentando problemas de limpieza, transporte e infraestructura. Los montevideanos más que excusas, endeudamiento y discursos vacíos. Y también merecen una oposición que esté a la altura, que se plante con claridad frente a los abusos y que no se convierta en cómplice del Frente Amplio.