Estamos en los descuentos y el domingo en cada departamento la gente votará por sus respectivas autoridades. La elección importa porque desprendidos de toda otra connotación nacional, los uruguayos se concentrarán en definir quién atenderá mejor los asuntos del departamento y la comarca en que viven.
Una de las elecciones que más preocupa es la de Montevideo, donde está la capital del país y donde vive la mitad de su población.
Montevideo se ha convertido en un gran problema. Uno inmenso. Hubiera sido deseable que la contienda electoral ayudara a reconocer esa realidad y así discutir sus mejores soluciones. No ocurrió y en ese contexto las personas que la quieren no tienen mayores expectativas, mientras para quienes Montevideo les es indiferente, este abúlico trillo que lleva 35 años les sirve.
Si se mira el abanico de candidaturas (las tres de la Coalición y las tres del Frente), por lejos Martín Lema es el mejor. Es verdad que desde la mediocridad de la vereda de enfrente, es decir desde la continuidad frentista, no fue desafiado a ir más a fondo en sus propuestas. Aun así, mejoró día a día su manera de presentarse y explicar sus ideas.
Montevideo se convirtió en una ciudad decadente y parte de su problema son los propios montevideanos, ya que muchos no muestran aprecio por el lugar donde viven. Esto tiene efecto en la calidad de vida de sus pobladores, que por un lado debe adjudicarse a una muy mala gestión con 35 años.
Pero esa pérdida de calidad de vida también se debe a lo que podría definirse como un castigo autoinfligido. Así lo quieren muchos montevideanos.
Se ha hablado de una campaña fría, en parte porque los candidatos oficialistas tienen poco para ofrecer. Por eso Lema se destacó. Trabajó, puso empeño y al igual que los otros dos candidatos coalicionistas, demostró que el departamento le interesa y lo que promete es en serio.
Desde 1989 los candidatos frentistas prometieron resolver el tema de la basura y cada “solución” no hizo más que empeorarlo. En aquel momento se hablaba de los “basurales endémicos”, una acumulación a cielo abierto de mugre en determinadas esquinas y que nadie recogía por días.
Tres décadas después los basurales endémicos están alrededor de los contenedores. La ineficiencia municipal es casi tan grande como la complicidad de hurgadores y vecinos en alimentar esos basurales.
La lista de situaciones inexplicables que caracterizan a Montevideo se alarga día a día y es cada vez más dramática. Pero además hay que insistir en que el drama trasciende la cantidad de inexplicables e injustificados disfuncionamientos y se conecta con una manera de entender la ciudad y de vivir en ella. Eso se ha vuelto para muchos (obviamente no para todos) en algo intolerable.
Se trata de la capital del país, la que se exhibe ante el mundo, la que atrae visitantes. Sin embargo el turismo le huye. Colonia y Punta del Este son los principales destinos. Gente de todo el mundo cruza desde Buenos Aires a pasar dos o tres días en Colonia y olímpicamente se saltea Montevideo. ¿Para qué venir? Basta ver el bus turístico que recorre sus calles con pocos pasajeros, a diferencia de lo que se ve en otras ciudades del mundo, aún algunas de menor rango.
No solo los visitantes eluden a Montevideo, también sus propios nativos se van y eso quedó en evidencia con el último censo.
En un país con un crecimiento estancado de población, lo único que sucedió es que se barajaron las mismas cartas de forma distinta. Menos en Montevideo, un poco más en otros lugares y un número llamativo en Maldonado, especialmente en Punta del Este que a esta altura es una ciudad moderna y desarrollada.
La del domingo debería ser la elección que finalmente dé vuelta el destino de la capital uruguaya. A estar por la grisura del discurso de los candidatos frentistas, en caso de ganar ellos, nada cambiará.
Si gana la Coalición, el desafío será enorme y las dificultades muchas. En la medida que los partidos, más que los candidatos individualmente considerados, no pusieron sus mejores equipos a trabajar en cada rincón del departamento para ilusionar con mejoras tangibles, el día mismo que perdieron en 1989, el que gane llegará con cierta orfandad.
Montevideo no puede seguir este camino de deterioro. Ojalá los montevideanos lo entiendan y lo reflejen en las urnas para así empezar el camino de una costosa pero imprescindible recuperación para que los uruguayos, todos ellos, puedan sentirse orgullosos de su capital.