Herencias y mentiras

Es habitual que todo nuevo gobierno pretenda instalar un relato sobre la herencia maldita que le dejó su antecesor. Lo estamos viendo por estos días en las intendencias, y el gobierno nacional no es la excepción. La nueva administración de Yamandú Orsi, que ya no es tan nueva, ha pretendido instalar esta narrativa a fuerza de maniobras bastante más allá de lo habitual, incluso perjudicando con ello a la sociedad. Lo ejemplos abundan, veamos algunos ejemplos representativos.

La semana pasada el prosecretario de la presidencia reiteró en un evento una afirmación falsa expresada por el ministro Oddone que muestra hasta que punto se puede llegar a mentir para intentar justificarse. Han expresado varios jerarcas del gobierno que el déficit fiscal que dejó el gobierno anterior es “el mayor en 35” algo que alguien muy ignorante de las más elementales estadísticas públicas puede afirmar.

¿En que se basan los jerarcas del gobierno para realizar esta afirmación? Simplemente le suman al déficit fiscal algunas cuentas a pagar y le agregan 1000 millones de dólares a la marchanta.

Este número, naturalmente, es un invento, pero aunque no lo fuera, le están sumando al déficit fiscal un componente adicional que no le suman a los números con los que lo comparan. Es tan burda la maniobra que cuesta creer que el ministro Oddone, que llegaba a su cargo con credenciales de solvencia académica, se haya prestado para una maniobra que sebe perfectamente que es una enorme mentira. La política mejora a algunas personas y a otras... no tanto.

Otro ejemplo de una mentira que se reitera es que la pobreza aumentó en el gobierno anterior. Más aún, se afirma que tenemos 50.000 pobres más, como un lugar común.

Lo cierto, mirando las estadísticas del Instituto Nacional de Estadísticas que hasta ahora nadie se había animado a cuestionar, demuestran exactamente lo contrario; la pobreza durante el gobierno de Luis Lacalle Pou disminuyó en 50.000 personas, a pesar del incremento a nivel global como consecuencia de la pandemia de COVID.

Uno de los mejores alumnos de la escuela de la mentira del nuevo gobierno es el senador socialista Gustavo González que con cara de piedra repite estas estadísticas, aunque se las han refutado en su propio rostro. Hace algunas semanas, en un programa que se emite los domingos por la noche, el senador afirmó su mentira habitual de que en el gobierno anterior había aumentado la pobreza en 50.000 personas.

Otro invitado al programa le dio los números del INE que demuestran lo contrario. La respuesta del senador socialista, fue reafirmarse en sus números inventados para seguirle mintiendo a la audiencia que lo debe haber escuchado entre la indignación y la burla.

La manipulación de la realidad no es una excepción en el gobierno actual, en un modus operandi que se sigue al pie de la letra por las distintas reparticiones y jerarquías del Estado.

Podríamos poner más ejemplos concretos acumulados en estos meses de desgobierno, pero basta uno bien reciente para seguir visualizando la metodología.

El canciller Lubetkin, al gusta hablar en proporción inversamente proporcional a sus resutados, se pasó toda la semana pasada negando que existieran inconvenientes con los nuevos pasaportes expedidos desde abril pese a que las embajadas de Alemania, Francia y Japón fueron categóricas al respecto.

Por si eso no fuera suficiente, existen numerosos testimonios en medios de comunicación de personas que han tenido problemas concretos con los nuevos pasaportes.

¿La respuesta del canciller? Que no existe ningún problema y que no se va a realizar ningún cambio. Cuando se niega la realidad, se la falsea y se destrata a quienes dicen la verdad lo que se lesiona no son simplemente intereses personales legítimos se impide del diálogo democrático porque ante tamañas mentiras es imposible el diálogo racional en base a la realidad que indispensable para la convivencia civilizada.

Abraham Lincoln, el gran presidente norteamericano que terminó con la esclavitud, afirmó hace un siglo y medio que se puede engañar a parte de la población todo el tiempo o a toda la población durante algún tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo.

Cuando el engaño es tan grosero como el que pretenden llevar adelante los jerarcas de la actual administración, sencillamente no se está engañando a nadie en ninguna circunstancia.

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