Todo gobierno que está por iniciarse genera expectativas y esperanzas, ya que es lo que la mayoría votó y ya que trae consigo iniciativas y propuestas que se supone mejorarán la vida de la gente y el rumbo del país. Sin embargo, no son pocos quienes creen que la difícil coyuntura a la que prontamente se verá confrontado el gobierno de Orsi generará rápidamente una desilusión popular como nunca antes vivió el Frente Amplio (FA) en el poder.
En primer lugar, tendrá un panorama internacional delicado. Por un lado, su principal aliado brasileño está presentando dificultades económicas serias que de ninguna manera se podrán resolver en un santiamén en lo que respecta a las economías de frontera. Luego de haber pasado las de Caín con relación a los golpes de la economía kirchnerista en todo el Litoral durante varios años de la gestión de la Coalición Republicana, le tocará al FA tomar decisiones difíciles para preservar la economía del norte del país que, en cualquier caso, dejarán insatisfechos a muchos actores locales y nacionales.
Por otro lado, el avance de Argentina con Estados Unidos en materia de liberalización del comercio internacional pondrá al gobierno de Orsi entre su espada ideológica y la pared de su alianza con Brasil: ¿hasta qué punto estará dispuesto a dejar pasar el tren de una apertura con la primera potencia económica mundial de mano tendida con el vecino argentino, con tal de seguir la política proteccionista regional brasileña? Y yendo más lejos en el mismo sentido aperturista: ¿podrá rápidamente encontrar mayorías políticas internas en el FA y sociales con su aliado sindical Pit-Cnt para hacer aprobar el acuerdo de libre comercio con la Unión Europea en el Parlamento?
Cuando se analizan las promesas izquierdistas es claro que el gobierno de Orsi va camino a meterse en un brete de difícil salida.
El más evidente refiere a la reforma de la seguridad social que fue ratificada por la mayoría de la población, pero duramente rechazada por la mayoría de los votantes del FA. ¿Cómo hará el gobierno de Orsi para cumplir la promesa de bajar a 60 años la edad de jubilación como regla general, sin deshacer la arquitectura de lo aprobado en esta administración, a la vez que mantener una viabilidad financiera real para todo el sistema? ¿Es posible mantener un equilibrio de satisfacción con todas las partes sin que ninguna de ellas se vea traicionada en sus expectativas, y en particular con relación a sus socios más duros de izquierda tanto dentro del FA como entre los actores sindicales y sociales?
Otras dimensiones que serán definitivamente problemáticas abarcan a la seguridad pública y a las reformas de la educación. En estas semanas es evidente que el FA con su desprisionalización ya está dando señales contundentes de cambios en materia de represión del delito. ¿Se meterá en un brete similar al del inicio de su período de gobierno de hace dos décadas, pero ahora con tasas de homicidios y violencia social mucho más graves que en 2005?
En materia de educación, ya el ministro designado Mahía ha señalado que hay reformas que se condujeron en estos años que serán dejadas de lado. Sin embargo, ¿cómo se canalizará el afán protagónico de los docentes de izquierda y agremiados que durante lustros impidieron cualquier cambio que beneficiara a las clases populares?
Hay una expresión que en estas páginas formuló Ignacio de Posadas en torno al “pacto de la penillanura”, que implica constatar que no hay grandes voluntades reformistas que vayan en el sentido de lo que realmente el país precisa para dar un salto en crecimiento económico y calidad de vida. Y si bien es cierto que ese pacto es constatable, no es menos verdad que la circunstancia general aquí descrita puede llegar a situar al FA en un brete sin salida, incluso dentro de ese pacto de penillanura generalizado.
Porque llegará un momento en que, apremiado por un gasto público rígido, un nivel de inversión que ya no es tan alto, y un sector productivo que ya sufre altas tasas de imposición, la solución de hacer la plancha e irla llevando no logrará satisfacer las expectativas populares generadas por la izquierda en la campaña del año pasado.
En el último cuarto de siglo el FA tuvo mucha suerte: no tuvo que gobernar cuando la crisis importada de Argentina en 2002; se benefició del mayor ciclo de aumento de los precios de exportación y de inversiones entre 2005 y 2014; y no enfrentó la pandemia de 2020- 2022 en el gobierno. Quizás a Orsi, con este anunciado brete, se le acabe la conocida suerte frenteamplista.