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Ensañados en destruirse

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Cuando desde este lado del río observamos el panorama político argentino de los últimos años, donde sus dirigentes parecen empecinados en destruir el país y los cambios de gobierno no mejoran la situación sino que se las ingenian para agravarla, donde la famosa “grieta” se ahonda y separa cada vez más, nos viene a la memoria la imagen de Lord Ponsonby, ese representante del gobierno británico que jugó un rol muy importante en la independencia del Uruguay durante la Convención Preliminar de Paz de 1828.

Aclaremos: no fue un invento ni una imposición británica como muchos manejan para solucionar un duro diferendo entre el imperio del Brasil y las Provincias Unidas del Río de la Plata. No fue una concesión, sino el reconocimiento a algo muy querido por los orientales que, más allá de sus orígenes, se habían enfrentado en los campos de batalla no solo contra los españoles, los portugueses y los brasileños, sino también contra la “prepotencia colonialista” de Buenos Aires. La independencia -al decir de ese Profesor de profesores que fue Don Juan Pivel Devoto- “es la resultante de la libérrima a través del esfuerzo sin eclipses de varias generaciones. No nos ha sido otorgada por nadie. La hemos conquistado y es nuestro bien más preciado”. Lord Ponsonby contribuyó a que esa realidad fuera respetada y que el Uruguay se constituyera en república independiente y no en mera provincia.

Hecha esta precisión volvamos al tema argentino.

Tras la crisis económica del 2001-2002, el presidente Fernando de la Rúa debió huir de la Casa Rosada en un helicóptero, se declaró el default, se sucedieron presidentes interinos que duraban apenas unos días, hasta que de la mano de Eduardo Duhalde se organizó un proceso electoral serio, que llevó a Néstor Kirchner a su primera presidencia. Era el año 2003 y gobernó hasta el 2007. Disfrutó de la época de mayor bonanza económica en el mundo, pero abrió una puerta a la corrupción y al populismo, que después quedarían definitivamente instalados cuando en el 2007 asumió su esposa, Cristina Fernández, que gobernó hasta el 2015 (en el 2011 fue reelecta con el 54% de los votos). Tuvo un buen comienzo, pero con el cambio de los vientos de la economía empezaron los problemas (lo mismo que pasó en el Uruguay de José Mujica).

Creció el populismo, creció la corrupción, los principios republicano-democráticos se ignoraban, se reiteraron los ataques a la libertad de expresión y de prensa, se financió a los medios de comunicación “compañeros”, se presionó al Poder Judicial, se manipularon los datos oficiales sobre la situación del país, se creó el cepo cambiario, se perdió toda posibilidad de créditos desde el exterior, se apostó fuerte a aumentar la grieta entre argentinos y terminó con un déficit fiscal superior al 7%.

En el 2015, el peronismo (sin Cristina que no podía ir por su tercera presidencia), fue derrotado. Mauricio Macri le ganó al oficialista Daniel Scioli en el balotaje por escasa diferencia. El ex Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires llegaba con muchas expectativas. Y el principio fue bueno. Pero si bien se ganó mucho en calidad democrática, la economía -pese a terminar con la millonaria política de subsidios aplicada al transporte público, el combustible, el gas y la electricidad- no despegó y terminó en un desastre: el país se derrumbó frente al dólar, la deuda externa se multiplicó, la inflación se disparó y crecieron la pobreza y el desempleo. No llegaron inversiones productivas -se pensaba que la imagen de Macri iba a ser un gran foco de atracción- y Argentina terminó pidiendo un rescate al FMI que alcanzó los 57.000 millones de dólares.

Macri perdió las elecciones de 2019 y volvió Cristina Fernández de Kirchner, disfrazada de Alberto Fernández. Porque si este llegó a la Presidencia, lo hizo con y por los votos de CFK, que si bien no fue aquel 54% de comicios anteriores fueron más que suficientes. Cristina, por su parte, como vicepresidenta, manejaba el Parlamento mayoritario y disfrutaba de fueros que la blindaban de la larga cadena de procesos judiciales por corrupción.

Los problemas más serios de Alberto Fernández empezaron con la llegada del Covid. Primero fue el combate de la pandemia, donde aplicó la cuarentena obligatoria (la misma receta que aquí propuso el Frente Amplio) y fue un desastre. Luego en la adquisición de vacunas y los programas de vacunación, donde volvió a fallar estrepitosamente.

Aumentó el desempleo, creció la pobreza, la economía bajó al subsuelo y la inflación volvió a dispararse junto con el dólar. El 12 de septiembre se votó para las PASO (elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias): perdió por goleada y CFK se desmarcó de la derrota y se fue para la vereda de enfrente a tirar piedras, mientras que no se sabe qué pasará en el gobierno de la República Argentina.

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