El puerto y la ruindad

En las últimas horas ha generado comentarios la sesión en el Parlamento donde se debatió el cierre de la causa en torno al acuerdo entre el gobierno y una empresa en el Puerto de Montevideo. Esa causa, impulsada por los senadores Bergara y Carrera, acusaba a toda la cúpula del ministerio de Transporte y de la Administración de Puertos de entonces de haber cometido un abuso de funciones doloso, para “entregar” el puerto y la soberanía nacional a la empresa belga.

Propio del signo de los tiempos, se ha comentado hasta el hartazgo el discurso del senador Da Silva, que acusó directamente a Carrera y a Bergara de actitud “ruin y miserable”, por el hecho de no haber pedido disculpas por los dos años de acusaciones y agravios permanentes a los que sometieron, ahora se sabe de manera injusta, a los implicados. Incluso Carrera, ni siquiera estuvo presente en la sesión, lo cual evita la necesidad de cualquier descripción de su catadura ética y sentido moral.

Una reacción, entre todas las muy sensibles de dirigentes del FA ante el discurso de Da Silva, es interesante destacar. La del ex funcionario del Partido Socialista Fernando Cáceres, persona en su tiempo dialogante y razonable, pero a quien haber quedado fuera del poder parece haber afectado especialmente. Según Cáceres, “Da Silva concibe un país dividido por un alambrado que separa a los buenos de los malos”.

Pero volvamos a la causa, ya retomaremos lo de Cáceres.

Hace ya un año, el fiscal Gilberto Rodríguez emitía un dictamen de 185 páginas sobre el tema, de los más profundos y fundados que hayamos leído en mucho tiempo. Allí se analiza todo, desde la reserva de las actuaciones, hasta el tema del supuesto monopolio en el puerto, pasando por el accionar del presidente de la ANP al no pedir asesoramiento al directorio. Todo, absolutamente todo, queda descartado de forma contundente.

Lo que queda en evidencia tras leer esas 185 páginas es que todo lo hecho por este gobierno, vino como consecuencia de lo iniciado en el anterior. La declaración del exsecretario de Presidencia, Miguel Ángel Toma, es la clave para entender todo este caso. Y seguramente fue el aporte más definitorio para desechar la denuncia. Lo que Toma explica es que en acuerdo con el expresidente Vázquez, entendieron que la empresa belga tenía sustento en su reclamo al Estado por incumplimientos contractuales. Y que una eventual demanda internacional, tenía posibilidades de ser exitosa. Toma narra que recomendó al gobierno actual seguir el diálogo amistoso con la empresa belga, e intentar llegar a un acuerdo, muy en línea con lo que finalmente ocurrió.

Es más, la reserva de las negociaciones, uno de los puntos que más ha indignado a los senadores denunciantes, queda claro que fue una decisión que venía ya de antes. Otra cuestión relevante es que el fiscal determina que no se ha entregado un monopolio a nadie en el puerto.

Pues tras ese dictamen, que para cualquiera que haya leído algo de Derecho era claro que no sería modificado por nadie, los senadores volvieron a recurrir. Y siguieron haciendo tours mediáticos por todo el país, enchastrando de manera totalmente gratuita a los implicados.

Reiteremos una cosa esencial del dictamen de Rodríguez, la clave para desestimar toda la denuncia la aportó Miguel Ángel Toma, secretario de Presidencia de Tabaré Vázquez. ¿No sabían Carrera y Bergara lo que pasaba en su gobierno?

Acá solo hay dos opciones: o no sabían, lo cual muestra un nivel de ignorancia inaceptable, o si sabían, una mala fe, y una ruindad superior. No hay otra salida.

Entonces volvamos al señor Cáceres y a la dirigencia del FA que de golpe ha generado una sensibilidad de telenovela de las 5 de la tarde.

¿Cómo se sentirían si durante dos años se ensuciara su nombre, a su familia, a su partido, por hacer lo que era correcto? ¿Cómo llamarían a quienes de manera contumaz y (ellos sí) dolosa, fueron a cuanto programa de radio y TV a azuzar una causa que al menos tenían la obligación de saber que era mentira?

Ahora parece que decir las cosas por su nombre es algo escandaloso, es dividir a la sociedad entre buenos y malos. Y justo la queja viene de quienes no han hecho otra cosa en este país desde que perdieron el gobierno, sugiriendo en la pandemia que se quería que muriera la gente, en la sequía que no importaba la salud pública, cuando no que había un “narcogobierno” en la Torre Ejecutiva. ¿Cómo define a eso el señor Cáceres y la dirigencia del FA? ¿Política con altura? No vale todo, y los uruguayos lo sabrán valorar.

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