El precio de la obsecuencia

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Las repercusiones en todo el mundo del fraude electoral más grande de la historia, como lo han definido incluso politólogos uruguayos, ocurrido en Venezuela este domingo ha llevado a una posición extraordinariamente difíciles a los cómplices de la dictadura chavista en nuestro país. El Frente Amplio, una vez más, se coloca por decisión propia, en una tesitura insostenible en que no hay malabar posible que le permita mantener con cierta dignidad la defensa de un régimen atroz. La pregunta que debemos hacernos entonces es ¿por qué lo hacen?

Rompe los ojos que las elecciones del domingo en Venezuela arrojaron un claro triunfo de la oposición democrática a la dictadura sanguinaria de Nicolás Maduro, digno continuador del criminal Hugo Chávez. Cómo señala un informe de la OEA conocido en el día de ayer, tanto dos encuestas de salida como información de terreno como las actas con que se cuenta arrojan que el candidato Edmundo González triunfó con más del 60% de los votos. De acuerdo a la OEA, en todos estos casos son conocidos tanto el origen de la información como la metodología por la que se obtuvo, mientras esto no ocurre con los datos brindados por Consejo Nacional Electoral (CNE).

Por si fuera poco algunas personas con interés por la matemática se han dedicado a observar que los porcentajes obtenidos por los candidatos son sorprendentemente redondos, algo que es prácticamente imposible, salvo que lo que se hubiera hecho es poner el porcentaje que se desea obtener y luego se ve cuántos votos son. Vale decir, el fraude fue tan burdo que ni siquiera se molestaron en presentar números realistas, pusieron 51,2% para Maduro y apretaron enter.

Que una dictadura que cuenta con miles de asesinatos y de decenas de miles de torturados en sus espaldas sea capaz de robar una elección no despierta mayor sorpresa. Lo que cuesta más comprender es por qué hay personas, uruguayos por ejemplo, de convicciones prima facie democráticas en nuestro país, que defienden a unos militares golpistas violadores de los derechos humanos.

Cuando Fernando Pereira, Héctor Tajam, Pablo Álvarez y las propias declaraciones del Partido Comunista y de los Tupamaros defienden un régimen dictatorial que sus propios votantes reconocen como tal se están autoinfligiendo un daño moral y político importante. ¿Por qué lo hacen? ¿Por qué están dispuestos a hacer el ridículo, quedar como unos mentirosos consuetudinarios, despertar la indignación moral de cualquier mortal bien nacido para congraciarse con una dictadura asesina? La respuesta no es nada sencilla, o quizá demasiado sencilla.

Una posibilidad es que las anteojeras ideológicas sean tan grandes que son capaces de tapar la realidad. En este caso serían sus prejuicios respecto a que no puede haber gobierno de izquierda que sea malo lo que los lleva a defender que se asesine a personas o se las torture en las cárceles. Porque tengámoslo bien claro, está demostrado por decenas de organizaciones de derechos humanos que en Venezuela existen miles de muertos y torturados a manos del régimen de Maduro, eso está fuera de discusión y eso es lo que defiende Fernando Pereira o incluso José Mujica con su consabida ambigüedad.

La otra posibilidad es inconfesable. Saben que la inmensa mayoría de los frentistas está en contra de la dictadura madurista pero igual la defienden porque tienen otros motivos que van más allá de su ética corrompida y su instinto de supervivencia electoral. Si están dispuestos incluso a perjudicar la suerte electoral del Frente Amplio por defender a Maduro y sus cómplices de delitos de lesa humanidad, la razón tiene que ser muy fuerte. Quizá sea la gratitud por los favores recibidos en el pasado, o las pruebas de que esos favores existieron que tienen los sátrapas venezolanos, o el temor a que se sepan los vínculos crematísticos que existieron en un pasado no muy lejano, cuando Chávez y Maduro tenían la billetera gorda gracias al precio del petróleo y sus planes expansionistas hacían que volaran los petrodólares.

En cualquier caso, la realidad es demasiado clara. Si dirigentes frentistas que darían la vida por el triunfo electoral de su partido están dispuestos a ponerlo en juego por Maduro, seguramente no sea por sus convicciones éticas. En los próximos días quizá sabremos si la fuerza de la movilización popular detrás del respaldo en las urnas por la democracia hace caer a la dictadura venezolana. Y si cae quizá también sabremos más sobre nuestra propia historia reciente.

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