Duro revés para la izquierda regional

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El resultado de las elecciones en Ecuador, con una contundente victoria del actual presidente Daniel Noboa, tendrá impacto en todo el continente. Es que se trata de un revés muy importante para el proyecto de la izquierda regional, y en especial para las ansias de influencia del presidente brasileño, Lula da Silva.

Esto porque Brasil busca generar un bloque leal en el continente, que le permita tener una voz a la que se le presente atención en el mundo, y potenciar su propagandeada estrategia “sur-sur”, que en los hechos solo sirve a Brasil.

A tal punto era la necesidad de Lula de que el correísmo volviera al poder en Ecuador, que envió a Quito a dos de sus más leales asesores políticos, Halley Arrais y Ottavio Antunes, quienes ya habían trabajado con Sergio Massa en Argentina, y con Yamandú Orsi en nuestro país.

La estrategia regional de Lula quedó patente cuando asistió a la asunción de Orsi en Montevideo, y organizó una especie de cumbre paralela en la embajada de su país, donde concurrió la ahora candidata derrotada ecuatoriana, a la que ya se sumaba como inminente presidenta.

Volviendo por un momento a Ecuador, este resultado es clave para el futuro del país. En particular, porque luego de tres derrotas consecutivas, queda claro que el proyecto político del expresidente Rafael Correa, está prácticamente muerto. Correa, que integró un triunvirato de la peor época del continente junto al matrimonio Kirchner, Hugo Chávez, y el propio Lula, se encuentra hoy refugiado en Bélgica, huyendo de cargos por corrupción que le endilga la justicia de su país. Entre muchos efectos negativos que generó este grupo para la región, está el haber rechazado lo que pudo ser la propuesta más positiva en materia comercial que tuvo América Latina, cuando en una lamentable performance en Bariloche, tiraron a la basura con tono indignado la oferta de un TLC continental que había traído George W. Bush. Un tren perdido que pagaremos por décadas.

Pero además Correa tuvo un rol trágico para su propio país, ya que a partir de su influencia, y en especial por su exigencia para el retiro de una base militar de Estados Unidos en la región de Manabí, el país se ha convertido en campo fértil para el narcotráfico. El cual ha transformado ese país en la vía de salida de buena parte de la droga producida en Colombia y Perú, y desatado una ola de violencia que ha llevado a que Ecuador sea hoy el país más violento de América del Sur.

Los ecuatorianos no son tontos, y con el resultado del pasado domingo, dejan en claro que no quieren ser una nueva Venezuela, y han dado autoridad al presidente Noboa para que profundice el modelo económico y político actual.

Pero si queda alguna duda sobre la delicada partida de ajedrez que juega Brasil en el continente, alcanza ver lo que sucedió días atrás en la Cumbre de la Celac. Allí, la mayoría de países gobernados por líderes de izquierda como Gustavo Petro de Colombia, Gabriel Boric de Chile, o la hondureña Xiomara Castro, se pasaron por el jopo la oposición de países co-mo Argentina y Paraguay, y aprobaron una resolución “de pesado”, que no contaba con el consenso requerido. Los videos donde se ve el emocionado abrazo de Lula da Silva a la presidenta hondureña, luego de que esta dijera que había “consenso suficiente”, dan cuenta de dónde estaba el impulsor de esa decisión. Y la penosa declaración del canciller Lubetkin, justificando este avasallamiento a dos países hermanos, y a las normas del bloque, agravan todavía más la situación.

Es particularmente triste ver cómo la tradicionalmente respetada cancillería uruguaya, nuestra política exterior que siempre ha sido mucho más influyente de lo que nuestra relevancia como país justificaría, se convierte en apenas una cámara de resonancia de lo que se ordene de Brasil, a quien parece habérsele tercerizado nuestra política exterior.

Un ejemplo clarísimo de eso es lo que sucedió con el resultado de Ecuador. En vez de salir a felicitar al ganador, el presidente Orsi y su ministro Lubetkin hicieron 24 horas de indigno equilibrio, saliendo a los medios sin decir nada, y sugiriendo que estaban esperando información. Cuando en los hechos, apenas salió Brasil a dar su nada feliz beneplácito al resultado electoral, nuestros gobernantes corrieron a plegarse al dictamen.

En un panorama regional francamente lamentable, el resultado de Ecuador, con todas las dificultades que tiene la política de ese país, alienta la esperanza de un cambio de eje a corto plazo, que permita salir de este momento tan complejo.

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