La crisis electoral y política que vive Cabildo Abierto (CA) no hace desaparecer por arte de magia las decenas de miles de apoyos ciudadanos que se han identificado con posturas que podríamos llamar de derecha popular. Si bien puede ser pertinente vislumbrar el sistema de partidos sin un CA potente para los próximos años, no deja de ser muy importante para los partidos que conforman la Coalición Republicana (CR) permitir a esas sensibilidades políticas y sociales tomar domicilio en sectores y movimientos blancos y colorados.
La crisis electoral de CA es evidente. Pasó de su mayor votación en octubre de 2019 hecha de 268.736 votos, a una expresión nacional cinco años más tarde de 60.549 votos. Luego, en las departamentales de mayo de este año, CA no obtuvo ediles en todos los departamentos del país, con lo que sus dos diputados - uno por Montevideo y otro por Canelones- son ciertamente sus tan relevantes como menguadas representaciones políticas. La crisis política que ha ido de la mano de este panorama es conocida: sectores importantes dentro de su estructura partidaria han decidido retirarse, como el movimiento liderado por quien fuera candidata a vicepresidenta en octubre de 2024 o como sectores filo -militares que participaron incluso en la fundación de CA en 2019.
Además, la ecuación parlamentaria de Diputados ha hecho que los dos representantes de CA puedan tener un gran protagonismo. En efecto, si convergen con la mayoría relativa frenteamplista en esa Cámara, conforman mayorías absolutas. Con ello aseguran a la izquierda una gobernabilidad que resulta clave: en varias instancias de votaciones ha quedado claro ya que CA está dispuesto a operar esa gobernabilidad, y con ello también hace diáfanas dos cosas.
La primera es que el discurso izquierdista anti-CA radicalizado era algo totalmente coyuntural y cínico: ahí está todo el Frente Amplio (FA) votando junto a CA sin que eso les genere ninguna angustia política o moral porque sea un partido de ultraderecha, miliquero, golpista y todos los descalificativos a los que nos acostumbró la izquierda desde 2019.
La segunda es que esa alianza CA- FA, que está llamada a reproducirse puntualmente en Diputados a lo largo de esta Legislatura, genera enorme disgusto entre los votantes de CA de sensibilidad de derecha popular.
Y aquí viene el desafío de los partidos tradicionales. Sería un profundo error satisfacerse con que CA se auto-excluyó de la CR y que de esta manera se transparentan las cosas y podrá construirse una CR a futuro más coherente y compacta. En efecto, una CR que no abrigue en su seno a la sensibilidad y el perfil de valores propios de los votantes de CA es una coalición llamada a ser siempre minoría frente a la amplia apertura sectorial que demuestra el FA.
La CR no puede transformarse en una prolija alianza de gentes que piensan parecido, sino que debe ser una coalición ancha capaz de cobijar sensibilidades y sectores diferentes que, juntos, puedan representar a la mayoría en las urnas del país.
No se trata de perder coherencia ni de hacer de la CR algo insostenible: allí está la experiencia de la administración 2020- 2025, para demostrar con sus reformas y con su éxito en enfrentar la peor pandemia del último siglo y medio en el país que es capaz de gobernar muy bien. De lo que se trata, si realmente el diagnóstico es que CA está en una crisis electoral y política terminal, es de abrir bien anchas las puertas de los partidos tradicionales para recibir a los sectores, movimientos y dirigentes que efectivamente representan a decenas de miles de ciudadanos que, hoy, ya no están satisfechos con CA.
¿A alguien se le puede ocurrir que es desdeñable el caudal electoral de un partido que en octubre de 2024 votó más que la conjunción aritmética del partido de Mieres y del de Lust? ¿Alguien cree que las tradiciones de blancos y colorados no pueden albergar a movimientos y dirigentes que representen a una derecha popular, soberanista y patriota? Decirse que está muy bien que la CR no cuente más con CA y no hacer nada concomitantemente para atraer a las decenas de miles de ciudadanos que este CA dejó de representar, es una torpeza digna de dirigencias y analistas incapaces de asumir la siguiente realidad tan clara como potente: la única forma de ganarle al FA es abrir el abanico de sectores y que todos ellos sumen luego a un caudal común en el balotaje.
Es tiempo de que blancos y colorados activen sus sectores más populares y de derechas para recibir apoyos ciudadanos que serán decisivos para 2029.