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Balance político y electoral

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Editorial

Este ha sido el año de la confirmación de la crisis de confianza que sufre el FA. La izquierda en el poder parece envejecida, con agenda agotada e incapaz de enfrentar los desafíos inmediatos.

Cuando se acerca el cierre del año previo al ciclo electoral nacional de 2019, se impone un balance de los cambios políticos que, sin duda, condicionarán de distintas maneras el futuro del país.

En primer lugar, 2018 ha sido el año de la confirmación de la crisis de confianza que sufre el Frente Amplio (FA). Todas las encuestas señalan una merma relevante en su intención de voto comparado con cinco años atrás, al punto que nadie está considerando ya un nuevo escenario de mayoría parlamentaria absoluta frenteamplista. Pero sobre todo, la izquierda en el poder aparece envejecida, con agenda agotada, e incapaz de enfrentar grandes desafíos inmediatos, como por ejemplo bajar el déficit fiscal.

Ninguna de las principales promesas de campaña: una inflación controlada y bajo 7% anual, la disminución de 30% de hurtos y rapiñas, el cambio de ADN en la educación y el crecimiento sostenido con pleno empleo y suba de salarios reales, se cumplieron.

El FA también inicio en este 2018 un proceso de transición de liderazgos cuyo resultado es incierto. Ni Astori ni Mujica repitieron como candidatos presidenciales, y el camino abierto a la nueva generación de los cuatro candidatos que disputarán el apoyo mayoritario izquierdista está muy lejos de asegurar el éxito que sí tuvo la generación pasada. Entre los enormes problemas de gestión y de gobierno que reciben como herencia propia de esta administración Vázquez y las naturales dificultades que toda transición tan relevante comporta, el balance político y electoral de este año para el FA es notoriamente negativo.

Muy distinto es el escenario que trajo 2018 para el Partido Colorado (PC). Lo que todo el mundo de alguna forma esperaba, parece haberse concretado: un sacudón partidario que alentara una esperanza electoral mayor para el año que viene. Ocurrió al menos en dos dimensiones: por un lado, la candidatura renovadora de Talvi. Y por el otro, el envión notorio que está aportando la figura del ex presidente Sanguinetti, que deberá terminar de anunciar su candidatura el año próximo. En este esquema, el PC ya ha repuntado en la intención de voto de distintas encuestas a cifras comparativamente superiores a las que presentaba hace cinco años atrás. Así, 2018 ha sido un año distinto y positivo para los colorados.

En tercer lugar, el caso del Partido Nacional (PN) es diferente. En este 2018 ha conservado su lugar preponderante entre los partidos desafiantes al gobierno frenteamplista. Su interna tiene un claro favorito, a la vez que presenta algunos movimientos novedosos que terminarán de definirse el año próximo. Con sentido de realidad, todo el PN asume su liderazgo posible en una futura coalición de gobierno que necesariamente tendrá que ser multipartidaria, incluso en un esquema completamente novedoso para la historia del país, con cuatro partidos co-gobernando. El 2018 no fue entonces un año de grandes novedades para los blancos. Sí se confirmó su lugar protagónico dentro de la alternativa política y electoral del año que viene.

El que definitivamente dio pasos de enorme trascendencia política y electoral es el Partido Independiente (PI) del senador Mieres. Terminó de conformar en este 2018 su polo progresista, sumó agrupaciones coloradas y dirigentes frenteamplistas, y procura así posicionarse como un actor clave de la futura gobernabilidad del país. En efecto, nadie cree que esta nueva opción vaya a estar presente en el balotaje de noviembre próximo. Sin embargo, es razonable pensar que en un escenario polarizado, el pequeño PI con sus nuevos aliados pueda transformarse en protagonista parlamentario importante de la nueva mayoría que alumbre en las elecciones generales de octubre de 2019. Definitivamente, este año ha sido de grandes apuestas para el PI, que por cierto deberán confirmarse a futuro.

Finalmente, tanto la extrema izquierda de Asamblea Popular (AP) como el partido de Novick se mantuvieron con sus perfiles propios en este 2018. Por delante, AP tiene el desafío de captar electoralmente a mucho frenteamplista desengañado con su coalición en el gobierno; y Novick tiene por su lado el desafío de ratificar la excelente votación montevideana de 2010, pero ahora en un contexto de mayor competencia entre distintos partidos.

Estos son los principales balances partidarios que deja 2018. Todos ellos ya están marcando el signo político general de las importantes elecciones de 2019, cuando el país se juega la posibilidad de una esperada alternancia en el poder, luego de quince larguísimos años de gobiernos frenteamplistas.

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