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35 años del Obelisco

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EDITORIAL

Que una reunión multipartidaria de juventudes rinda homenaje a la democracia a 35 años del acto del Obelisco no puede ser una excusa para echar un manto de confusión, sobre las enormes diferencias que marcaron las estrategias de los partidos políticos.

Mañana se cumplen 35 años del acto del Obelisco, mojón fundamental en el camino a la salida de la dictadura. Las juventudes de los cuatro principales partidos políticos convocaron para una reunión conmemorativa conjunta en el Palacio Legislativo, cuyo objetivo es homenajear a la democracia.

Es importante que periódicamente se recuerde un acto en el que se calcula participaron casi medio millón de personas, quizá el más multitudinario hasta ese entonces en la historia del país. Fue un momento de unión, con más de un centenar de dirigentes de distintos partidos políticos y organizaciones sociales que desde un amplio estrado siguieron la inolvidable oratoria de Alberto Candeau. El signo era claro: propiciar “un Uruguay democrático sin exclusiones” con la mente puesta en las elecciones generales previstas para noviembre de 1984.

Con la distancia que dan estos 35 años, vale la pena valorar la hondura democrática del texto de la proclama. Fue redactada por Gonzalo Aguirre y tuvo agregados de Enrique Tarigo. Las citas a Prometeo o a Torquemada, entendidas por todos los dirigentes y ciudadanos que allí concurrieron, hablan de un país extendidamente culto que, infelizmente, hoy en día no existe más. En efecto, quien hoy se refiriera en un discurso multitudinario a episodios de la mitología griega o a figuras de la inquisición, y supusiera que todo ello sería ampliamente entendido por su auditorio, estaría completamente equivocado. Entre el común de los uruguayos nacidos luego de 1983, ya casi nadie conoce las nociones básicas de literatura o historia clásicas que permiten entender semejantes referencias.

La clave es además, asumir que esas referencias cultas no fueron expresadas porque sí. Respondían a una lógica argumentativa profunda, que también citó a Artigas por ejemplo, y que era enteramente republicana y democrática. Si se tiene presente que Tarigo fue vicepresidente entre 1985 y 1990 y que Aguirre lo fue entre 1990 y 1995, se notará aquí también un ejemplo más de hasta qué punto la cultura democrática y liberal de aquella dirigencia política era muy superior a la actual frenteamplista que gobierna. Compárese a aquellos vicepresidentes de enorme estatura intelectual y jurídica con Sendic por ejemplo, que apenas si logra balbucear ideas tontas cuando refiere a un delirante plan Atlanta para perjudicarlo, y que, más grave, debió renunciar por corrupción para vergüenza de la República toda, y se tendrá una cabal noción de la hondura de estas diferencias.

Pero la distancia de estos 35 años también debe hacernos ver serenamente las diferentes estrategias partidarias que luego del acto de Obelisco marcaron la salida democrática. En este sentido, la unida conmemoración de mañana de las diferentes juventudes partidarias no debiera de ser una excusa para evitar evaluar quiénes hicieron qué y de qué forma luego de ese fundamental acto del 27 de noviembre de 1983.

En efecto, para el Frente Amplio la proclama del Uruguay democrático y sin exclusiones mutó apenas salió de prisión Líber Seregni en marzo de 1984. El Frente Amplio buscó entre julio y agosto un acuerdo con las autoridades de la dictadura, cuyo resultado fue el pacto del Club Naval. La historia es clara: sin el protagonismo frenteamplista que se jugó a legitimarlo, ese pacto nunca podría haber llegado a buen término.

Es sabido que fue el pacto del Club Naval el que echó por tierra la proclama del acto del Obelisco de noviembre de 1983.

Con los antecedentes bien conocidos de las elecciones de noviembre de 1971 y de las de noviembre de 1982, la consecuencia electoral más relevante del Club Naval fue que abrió el camino para que el país acudiera a las urnas en noviembre de 1984 con el candidato presidencial más importante, Wilson Ferreira, proscripto y preso en el cuartel de Trinidad. Y esto también es parte de la historia del espíritu del Obelisco: su pronta traición en el Club Naval.

Que una reunión multipartidaria de juventudes rinda homenaje a la democracia a 35 años del acto del Obelisco no puede ser una excusa para echar un manto de disimulo y hasta de confusión, sobre las enormes diferencias que marcaron las estrategias de los partidos políticos a lo largo de 1984 para avanzar hacia la democracia.

No es faltar a la verdad señalarlas, ni es menos relevante el acto del Obelisco por dejar en claro quiénes mantuvieron entre junio y agosto de 1984 la voluntad de cumplir con la proclama de noviembre de 1983, y quiénes no lo hicieron. Que cada partido asuma sus responsabilidades frente a la verdad histórica.

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