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Anacrónico y apolillado

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Entre las cosas amenas que despliegan las redes están las imágenes, fotos y hasta avisos publicitarios de tiempos pasados.

Estimulan a recuerdos de antaño, causan una sonrisa y hasta llevan al inevitable comentario de cuán ri- dículo sería hacer hoy esas mismas cosas. Y siempre hay un porcentaje de gente que ante esos recuerdos reaccionará con nostalgia, como si por el solo hecho de ser viejos, fueran mejores.

Ocurre por ejemplo, cuando aparecen fotos de la Plaza Cagancha usada como terminal de la desaparecida empresa Onda. “Qué linda época”, “cuanto mejor era antes”, son algunas reflexiones que parecen olvidar el caos de buses apretados unos contra otros lo que hacía difícil encontrar el que correspondía, el ruido de los motores encendidos y los vapores contaminando la plaza. Con el fin de esa era, la Plaza Cagancha mejoró y la terminal de Tres Cruces resultó ser funcional, limpia y segura. Muchos de esos recuerdos, entonces, resultarán simpáticos pero son anacrónicos.

Eso pasa cuando nos tomamos el trabajo de leer el programa de gobierno elaborado por el Frente Amplio, o cuando escuchamos el discurso de Marcelo Abdala del Pit-Cnt, pronunciado el 1° de mayo.

Hay algo viejo, de color sepia y con olor a naftalina en todo lo que dicen. Algo que no se acomoda a ninguna realidad presente y obliga a preguntarnos cómo es posible que en aquella época se dijera tanto disparate y, conociendo los hechos a lo largo de estos últimos 50 años (o sea, con “el diario del lunes”), cómo es posible que se insista en repetirlo aún hoy.

La coartada de quienes así pensaban en aquel entonces, era que esas propuestas no habían sido probadas del todo. La Unión Soviética era una potencia mundial y sus horrores no se conocían, o se tapaban, o se prefería no saber de ellos.

Lo mismo ocurría con Cuba, adalid de una revolución recién iniciada, pero que sus desastrosos resultados en lo económico y social y la consolidación de una dictadura violadora de derechos humanos, hacen que aquella inocencia hoy no tenga sentido.

Varios editoriales aparecidos en esta misma página, así como algunas columnas, analizaron en detalle el contenido de ese programa. Marcaron las contradicciones, desglosaron cada una de las partes y dejaron en evidencia que el discurso de ciertos dirigentes sectoriales (no todos) nada tiene que ver con lo que sostiene un programa que, según dicen sus autores, representa y compromete a todo el Frente Amplio. Hoy queremos dejar en evidencia el tono general del programa y de lo dicho el 1° de mayo por Abdala.

Se podría pensar que alguien que conoce cómo funciona lo de la Inteligencia Artificial pidió que se reproduzca un texto similar al de los años 60 y 70, con todos sus lugares comunes. Es que las consignas ideológicas que son el sustento del texto, carecen de sustancia, son meras reiteraciones de cosas repetidas durante años y que terminan no diciendo nada.

Mucha de esa jerigonza responde a lo que piensa el Partido Comunista. Por lo tanto, son planteos insostenibles, como insostenibles fueron los regímenes comunistas.

Tras todo lo que pasó al otro lado de la Cortina de Hierro, hoy derrumbada, y todo lo que sigue pasando en Corea del Norte y Cuba, ¿es posible que alguien todavía quiera recurrir a esa jerga para un programa de gobierno a ser aplicado en un país democrático?

A mucha gente le daría vergüenza replicar la típica oratoria nazi o fascista del siglo pasado. Sin embargo no todos se ruborizan al recurrir a estas estructuras vacías, propias del otro totalitarismo del siglo XX.

Con un programa tan trasnochado es difícil imaginar cómo seducirán al electorado que no piensa con esquemas, que tiene sentido crítico y no acepta que “le bajen la línea”.

No todos los precandidatos frentistas se atarán a este programa. El problema es que los aparatos partidarios que los apoyan exigirán que no se salgan del libreto impuesto. Todo indica que ante esa presión, los presidenciables carecen de aquella firmeza para negarse, o al menos para negociar, que en algún momento tuvieron Tabaré Vázquez o José Mujica o, desde la economía, Danilo Astori. Y eso que cedieron más de lo deseable. Lo sensato es que lo que pertenece al cajón de los recuerdos, quede allí. Actualizar conceptos tan gastados deja en ridículo a quienes lo hacen. Predomina ese olor a encierro, ese sepia borroneado, esas prendas apolilladas. Y después hablan de la necesidad de cambiar.

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