Hebert Castro | Montevideo
@|¡Viva la bancarrota!
Desde la asunción del nuevo gobierno, los sindicalistas se encuentran a sus anchas, con un Presidente dubitativo, un Pacha Sánchez queriendo justificar lo que no sabe y un Ministro de Trabajo que justamente de lo que menos sabe es de trabajo. Y así el país se va sumiendo en conflictos de eterna duración y que lo único que dejan es trabajadores con sus ingresos menguados, empresarios que pierden utilidades y riesgo inminente de pérdidas de fuentes de trabajo.
¿Quiénes ganan? Sólo los sindicalistas y mientras, el país retrocede; sólo basta recordar cuántas industrias dejaron de funcionar a través de los años.
Recordemos que Uruguay era exportador de telas y casimires de primerísima calidad en el mundo: ILDU, Martínez Reina, Campomar, Paylana, Sudamtex, entre otras. Interminables conflictos sindicales trajeron sus cierres. Lo mismo pasó con la industria automotriz: Chery Tiggo, LIFAN y últimamente Takata; se hartaron y se fueron. Los bancos vivían semana tras semana en conflicto. Resultado: reemplazo por máquinas; una atención despersonalizada pero 24/7. La industria pesquera, un paro interminable al que el Ministro le daba largas y que los propietarios le dieron fin con una decisión valiente y decidida. Ahora tenemos el puerto en conflicto, los barcos continúan su ruta, ¿y quién se beneficia?... Buenos Aires, nuestro eterno competidor portuario. La industria láctea, objetivo desde hace años en la que los empleados de las procesadoras ganan mucho más que los productores, con concesiones extraordinarias, mientras las industrias sufren y cierran Pili, Alpa, Calcar, Conaprole Rivera, y más de 60 tambos cerraron en el último año y más de 700 en los últimos nueve.
Y después nos dicen que compran una estancia, María Dolores, para poner en marcha un proyecto de tambos, ¡qué vergüenza!
En definitiva, nuestros legisladores o paran a la patota sindicalista o ésta se lleva por delante nuestra industria y nos dejan un país sin futuro.