Email: ecos@elpais.com.uy Teléfono: 2908 0911 Correo: Zelmar Michelini 1287, CP.11100.

“Una curiosidad insaciable”

Prof. Dr. José Enrique Pons | Montevideo
@|El artículo publicado el pasado sábado 18/10, titulado “Una curiosidad insaciable”, firmado por mi querida amiga, la Dra. Silvia Lecueder, es un homenaje a la memoria del Prof. Roberto Caldeyro Barcia, que surge seguramente de una sentida admiración, por alguien que fue -sigue siendo- uno de los principales exponentes de la ciencia de nuestro país.

Tuve el honor de trabajar con el Prof. Caldeyro, junto a la Dra. Gilda Chirigliano, como adjuntos a su cargo de Director, del entonces novel Programa Materno-Infantil del Ministerio de Salud Pública. Soy testigo privilegiado de su responsabilidad, capacidad incansable de trabajo e impulso contagioso para intentar mejorar los problemas de salud y enfermedad de embarazadas y recién nacidos. He participado en homenajes a su figura, y en esas instancias, procuro hacer justicia a la dupla que integró con el Prof. Hermógenes Álvarez, otro gigante de la ciencia nacional, que puso a Uruguay en el sitio de privilegio de las ciencias obstétricas y neonatales del mundo.

He estudiado en profundidad el período de nacimiento de las investigaciones que abrieron ese camino. Precisamente, en función de esto, es que quiero corregir algunos de los conceptos que aparecen en el artículo de la Dra. Lecueder. Lo que sigue no tiene la más mínima intención de opacar lo que fue e hizo Caldeyro, a quien -como antes dije- admiro profundamente y agradeceré siempre su generoso estimulo, así como lo que me enseñó.

Guardo por el Prof. Álvarez idéntica admiración y gratitud. Me guía únicamente la intención de hacer justicia a sus geniales ideas y la puesta en práctica de las mismas.

El desconocimiento de la fisiología uterina, en el parto, era confesado en la década de 1930, por los investigadores más destacados del mundo. Álvarez, de mente inquieta e inquisitiva, comenzó en esa época a interesarse por el problema y estudiarlo en los textos más serios. Por entonces, en la Clínica Obstétrica del Hospital Pereira Rossell que dirigía el Prof. José Infantozzi, se estaba estudiando un problema de los embarazos, constituido por el exceso de líquido amniótico (polihidramnios). Álvarez comprendió que, para ese fin, era necesario puncionar el útero y medir la presión intrauterina y eso lo llevo a pensar que la misma técnica podría ser utilizada para conocer la presión que ejercía el músculo uterino al contraerse. En 1946 desarrolló la técnica y valiéndose de un manómetro de agua, logró medir la presión. No es correcta la afirmación de la Dra. Lecueder: “Caldeyro descubrió cómo medir la presión del líquido amniótico”, ese hecho fue descubrimiento exclusivo de Álvarez. Tampoco es correcta la afirmación: “Álvarez planteaba el problema que lo preocupaba y Caldeyro el conocimiento básico para dilucidar la cuestión”. Álvarez era un investigador de primerísima línea, que ideaba la manera de explorar lo que lo motivaba.

Caldeyro, muy poco antes de recibirse, sí se incorporó al trabajo, gracias a gestiones que el propio Álvarez realizó para que fuera trasladado del Dpto. de Fisiología de la Facultad de Medina, al Servicio de Obstetricia del Pereira Rossell. Creo que Álvarez valoró a Caldeyro, que ya era un destacado fisiólogo, desde que lo conoció. Su espíritu abierto y generoso estuvo siempre dispuesto a estimular y respaldar a quienes se mostraban capaces e inteligentes. Tampoco dudo de que Caldeyro se haya entusiasmado con la idea de participar en lo que Álvarez ya estaba llevando adelante. Precisamente, su conocimiento fisiológico y de nuevas metodologías, fue lo que condujo a que ambos, conformando una dupla de excelencia, cambiaran para siempre los conocimientos y las conductas, para posibilitar mejores resultados para embarazadas y neonatos.

Un último error, es “Caldeyro creó un laboratorio propio, el de Fisiología Obstétrica”. Ese laboratorio se creó en el Pereira Rossell, en el Servicio del mencionado Prof. Infantozzi, aunque dependiente del Dpto. De Fisiología de la Facultad de Medicina, en 1947, cuando Álvarez y Caldeyro trabajaban juntos.

Me permito insistir en que estas precisiones no menoscaban en nada la figura y la obra de Caldeyro, pero pretenden poner en contexto prioridades históricas, que son de plena justicia. Tampoco desmerecen la justa admiración de la Dra. Lecueder por Caldeyro. Las equivocaciones señaladas son idénticas a las que cometen todavía hoy muchos destacados Obstetras y Neonatólogos. Es una dolorosa verdad que en Uruguay parecemos relegar el pasado y desconocer a los pioneros, al baúl de las “cosas viejas”.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar