Silvia Lecueder | Montevideo
@|En su carta a El País, mi amigo el Dr. Enrique Pons hace correcciones y precisiones a mi nota del 18 de octubre, “Una curiosidad insaciable”. Como médico, escritor, historiador de la medicina y alumno de los profesores citados, tiene toda mi confianza en lo que afirma.
Mi intención fue celebrar la investigación en ciencias básicas y a Roberto Caldeyro Barcia, un científico de fama mundial del que los uruguayos deberíamos sentirnos orgullosos, aunque paradójicamente es más conocido en el exterior que en su propia tierra. Su trabajo junto al profesor de obstetricia Hermógenes Álvarez dio lugar a descubrimientos fundamentales, fruto de la colaboración entre un médico clínico y un fisiólogo. Años después tomaron caminos separados y Caldeyro fundó un servicio propio en el Hospital de Clínicas.
La mayoría de los comentarios que recibí fueron de admiración y sorpresa: “¿Cómo es que nadie me había contado esto antes?”. No se enseña en los liceos, no tiene una calle con su nombre y rara vez se lo menciona fuera de los ámbitos académicos. Es una triste expresión de la poca importancia que suele darse a la ciencia en nuestro país.
No siendo yo especialista en ginecología y obstetricia, ni habiendo tenido contacto directo con Caldeyro, me basé en documentos disponibles en internet -entre ellos los de la Universidad de la República al conmemorar el centenario de su nacimiento en 2021, del Sindicato Médico del Uruguay y de una nota de El País de ese mismo año titulada “El legado de Roberto Caldeyro Barcia: el científico uruguayo que humanizó el parto”-, así como en testimonios de alumnos y colaboradores. Dice el Dr. Pons en su carta: “las equivocaciones señaladas son idénticas a las que cometen todavía hoy muchos destacados obstetras y neonatólogos”. Al leer a esos autores, no se me ocurrió dudar de sus palabras.
También encontré anécdotas que me encantaron, como la narrada por el obstetra catalán José María Carrera sobre una conferencia que Caldeyro dictó en la iglesia de San Pedro de Galligans, y el recuerdo de su esposa, Ofelia Stajano, sobre su incansable entusiasmo por la investigación.
Me corrige con razón el Dr. Pons sobre la cronología de los descubrimientos: en efecto, fue el profesor Hermógenes Álvarez quien primero registró la presión amniótica en las embarazadas.
Caldeyro se recibió con el título de médico cirujano, pero nunca ejerció la medicina asistencial; se dedicó por completo a la investigación. En 1976 fue nombrado presidente de la Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia (FIGO), un honor singular para alguien que no era un médico clínico.
El investigador es quien quiere saber; el médico, quien quiere ayudar. A veces ambos impulsos se reúnen en una misma persona, como en el caso del Dr. Enrique Pons.