M. Lourdes González Bernardi | Montevideo
@|Resulta asombroso que en pleno siglo XXI tengamos que defender los derechos de las personas con condiciones diversas a ser tratados con respeto. Me refiero a no ser ridiculizado en ningún ámbito, menos aún por la prensa, radio, televisión, redes sociales, etc.
Porque los medios de comunicación crean realidades, modelan opiniones y construyen una representación sobre determinadas condiciones, en el caso de la tartamudez la imagen es negativa y humillante. Muestran en general personas torpes, atropelladas con bajo nivel intelectual, que no saben hablar y que hablan sin pensar, es más, no saben ni respirar. Es frecuente que se les diga respirá o terminarle la frase.
La sociedad, en general, tiende a adoptar una actitud de risa y ridículo ante la tartamudez porque no la comprende y no sabe de qué forma enfrentarse a una persona con trastornos de la fluidez del habla. Con frecuencia creen que es voluntaria.
El estigma se produce cuando se tiene una característica no aceptada por el colectivo social. Ello conduce a la discriminación y posteriormente a la exclusión, además de menos oportunidades escolares y laborales.
Modificar las expresiones utilizadas para referirse a las personas que padecen una determinada condición es una forma de reducir el estigma que lo rodea. Se sugiere dejar de utilizar el término tartamudo y pasar a utilizar la expresión persona con tartamudez. Tan válido como no utilizar términos como gordo, negro, sordo o down etc, cuando nos referimos a personas con dichas características, no los define como seres humanos.
Finalmente, como colectivo de personas con tartamudez, sus familias y profesionales consideramos que solicitar no ser ridiculizado no es ejercer censura, tampoco exigimos nada y no utilizamos el término repudio. ¿Por qué cuesta tanto entenderlo? Seguramente la colectividad judía o afrodescendiente blancos permanentes de ofensas pueden explicarlo mejor.