Dr. César Eduardo Fontana | Montevideo
@|Uno de los columnistas habituales del diario peruano Expreso de Lima, escribió, días atrás, que el gabinete ministerial designado en dicho país luego de la caída de la ahora expresidenta Boluarte -sucesora de un extravagante individuo que usaba un ridículo sombrero, confundía los países, casi no sabía hablar, de cuyo apellido prefiero no acordarme parafraseando al manco de Lepanto, y que había resultado electo por una ínfima diferencia de más o menos 40 mil votos sobre su contrincante en un país de unos 33 millones de habitantes- decidió preparar nuevas elecciones para el próximo año.
Da la impresión de que si se preguntara a cualquier simple ciudadano uruguayo, paraguayo, chileno, argentino, brasileño, etc. cuántos presidentes ha tenido Perú en los últimos 10 años, muy pocos darían una respuesta correcta pero lo más probable es que digan que fueron muchos.
Si bien hay elecciones de varios tipos, provinciales, legislativas, departamentales, etc. la referencia a unas elecciones para el año 2026, suena obviamente a una elección para presidente, sea cual sea el mecanismo que se aplique.
Ahora bien, no es un secreto para nadie que la hermana República del Perú ha vivido crisis tras crisis en los últimos años, todas básicamente políticas y ningún acto electoral pudo solucionarlas, por lo que cabe interrogarse en razón de qué motivo mágico se espera que la próxima lo haga.
La respuesta no es difícil. Porque en las sociedades occidentales y desde hace décadas se ha elevado a las elecciones y a la democracia parlamentaria a nivel de altar de una verdadera religión, al decir del escritor y pensador político español Juan Manuel de Prada. Y no es necesario llegar a compartir su pensamiento al extremo de que España -al menos- debería volver a sus tradiciones casi feudales para estar de acuerdo con él en ese punto.
Porque si se analizan las cosas con fría lógica, si el Perú no ha podido salir de sus crisis luego de elegir -y destituir- a varios mandatarios, no hay ningún motivo que haga suponer que ello cambiará mágicamente en el año 2026, salvo religiosamente esto es, por milagro Bíblico.
Entonces, elecciones sí, pero antes son necesarias varias cosas, entre ellas y la más importante, la educación ciudadana. Sin esa base, que -en general- Hispanoamérica no tiene por haberse independizado demasiado rápido, todo lo demás es transitorio y muy imperfecto. Aunque no nos guste, admitamos que no vivimos ni en Dinamarca, ni en el Reino Unido, ni en Canadá, ni en ningún otro país del llamado Primer Mundo; que lo es básicamente y más que nada por su civilismo.