Reivindicar la política

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@|Es frecuente escuchar o leer expresiones tales como “todos los políticos son una manga de…” o “la política es una porquería”.

Esto se ha exacerbado en los últimos tiempos y ha dado pie a que otros grupos sociales, de presión, de marketing, de difusión de información o de protesta comenzaran a tener un rol cada vez más significativo y preponderante.

La señal clara fue, “nosotros nos ocupamos más y mejor que los políticos de ciertos asuntos y los resolvemos antes y mejor que ellos…”.

Meter a todos los políticos en una misma bolsa para denostarlos y despreciarlos es similar a la visión que algunos tienen de los abogados.
El enfoque de considerarlos a todos como una manga de alimañas y chupa- sangres es análogo a considerar a la medicina como algo negativo porque algunos médicos y enfermeros algunas veces ejercen mala praxis.

Es un enfoque reduccionista, miope, injusto y además erróneo por saber discernir.

Si bien hay y hubo siempre malos políticos, la política es algo necesario y noble, como puede ser cualquier otro trabajo y profesión.

Preocuparse y gestionar los temas y asuntos públicos es - en la mayoría de los casos - el resultado de aceptar un llamado; una vocación que exige mucha generosidad, desprendimiento, olvido de sí y entrega.

Implica una forma de servicio a la comunidad que generalmente conlleva dedicación absoluta en desmedro de obligaciones familiares y sociales, y en detrimento de mejores ingresos y retribuciones (no solamente materiales y pecuniarias) en el ámbito privado.

Meterse en las cosas públicas demanda también mucha paciencia, prudencia, fortaleza, templanza, manejo de las formas y los tiempos oportunos, así como horas y horas de estudio para conocer a fondo las cuestiones a resolver.

Y algo más, una buena dosis de buen humor para saber negociar, ceder o resistir según los casos, y zurcir y componer cuando sea conveniente.

No cualquiera tiene todas esas cualidades y hay que estar muy agradecidos con aquellos que, quizás sin tenerlas en grado sumo y total, igual se dedican a la política con honestidad, no para servirse de ella sino para servir a la comunidad.

Por estas razones y muchas otras que no hay tiempo ni espacio para desarrollar ahora, es una gran injusticia tener esa visión negativa y mezquina de la política en general y de los políticos en particular.

Seguir transitando el camino de la indiferencia o el desprecio hacia la política y sus representantes ocasionales, o cerrarle las puertas a todo lo concerniente al quehacer de la cosa pública, es la receta más segura para abrirle ventanas y otros espacios al autoritarismo y despotismo, a la arbitrariedad y fragilidad de las instituciones, a los caprichos y voluntarismos circunstanciales, así como a los populismos de izquierda y derecha que ya se han instalado o están latentes y agazapados en varias partes del mundo.

No caer en ese error lo reclama nuestra visión de lo que es vivir en un estado de derecho, en democracia y en una república. Y lo reclaman nuestros hijos y nietos.

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