Odisea argentina

@|El pasado martes 2 de marzo, emprendí el regreso a mi país, al terminar mis merecidas vacaciones en este país vecino y hermano.

Esta vez decidí hacerlo vía terrestre con mi automóvil y al acercarme al cruce fronterizo Fray Bentos- Gualeguaychú, me encontré con una fila prácticamente inmóvil de más de 3 km de vehículos argentinos, donde muchos de sus ocupantes, en especial los niños, optaban por descender a hacer sus necesidades en el pasto vecino a la ruta, mientras se registraba el pasaje de contramano hacia el mencionado cruce de camiones, camionetas y automóviles con matrícula uruguaya.

Cuando faltaba 1 km para llegar a este cruce y ya habían transcurrido unas dos horas, un móvil de la Policía Caminera uruguaya vino casi de frente a esta larga fila de vehículos argentinos, conminándonos a corrernos hacia la banquina para facilitar el paso de los vehículos uruguayos hacia la frontera.
Cuando este móvil policial pasó al lado de mi automóvil, bajé la ventanilla y dije: “esto es una vergüenza”, lo que determinó que este vehículo diera marcha atrás y descendiera de él un uniformado que me espetó solicitando descortésmente que repitiera lo dicho.

Cuando volví a decir “esto es una vergüenza”, me dijo que la culpa la tenían las autoridades migratorias argentinas y que él estaba allí en cumplimiento de su función que era la de evitar dificultades en el tránsito. A lo que respondí que yo también cumplía con mis funciones ejerciendo la Medicina.

Antes de volver a su vehículo, este señor me dijo que no me había preguntado cuál era mi profesión y que los vehículos con matrícula uruguaya que pasaban eran camiones que transportaban madera y automóviles con funcionarios uruguayos de Aduana.

¡Caramba!, en lugar de pedir disculpas por hacer una fila de más de 3 km al rayo del sol y demorar casi 3 horas para llegar a la frontera, este funcionario, que percibe su sueldo gracias a los impuestos y a las divisas que ingresan a través del turismo, decide faltarme el respeto.

Amiel definió al vocablo respeto como la primera condición para poder vivir. Por lo visto y actuado, este funcionario desconoce esta premisa.

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