Email: ecos@elpais.com.uy Teléfono: 2908 0911 Correo: Zelmar Michelini 1287, CP.11100.

Mamás y papás

Un viejo alumno | Montevideo
@|Para que se evalúe la siguiente reflexión es necesario decir que soy alguien de mucha edad, que cursó la escuela pública a mediados de la década de 1950 y Secundaria al inicio de la década de 1960. Pero para mitigar en algo mi antigüedad comento que me he mantenido al tanto de las actualidades tecnológicas y que por razones profesionales conozco con cierta profundidad la naturaleza de las redes de comunicación y de la IA generativa de nuestros días. Por consiguiente, mi vejez no está desacoplada del mundo en que vivimos. Pero será evidente que éste es un comentario de alguien de otra época. El punto al que quiero referirme parece trivial, pero puede ocultar un problema sutil que contribuye a bloquear nuestro sistema educativo.

No hablaré de la tiranía sindical que oprime a la mayoría de los docentes de enseñanza Primaria y Secundaria, y que siguen sin encontrar cómo librarse de ella. Tampoco quiero referirme a la desintegración familiar en medios socialmente relegados o a la situación tan discutida de los “padres amigos”. Pero quiero enfocarme en un cambio del paradigma del lenguaje de los docentes que revela otro tipo de problema que el sindical (o que quizá esté indirectamente vinculado a éste).

Hasta hace cierto tiempo, los niños y adolescentes tenían madres y padres. Ahora tienen “mamás” y “papás”. ¿Por qué ocurrió eso? Hoy las “madres” a veces aparecen en los medios sólo cuando agreden a un docente (agresiones que son otro de nuestros signos de patología social severa). Pero pensemos que “mamá” y “papá” eran propiedad de los niños en la relación con sus padres. Ese trato no era invadido desde el exterior. Al inscribirse por ejemplo en el IAVA, un estudiante menor de edad tenía que ir acompañado por “padre, madre o tutor”, según rezaban los documentos de la década de 1960. Resumiendo, la conjetura que quiero emitir aquí es que ese tratamiento “cariñoso” y “tierno” hacia niños, adolescentes y sus familiares es invasivo, y que penetra un círculo de intimidad que los docentes no deberían penetrar.

Ahora, ¿por qué ocurrió eso? ¿Es un intento de docentes no preparados que al no poder acceder intelectualmente a la mente de los alumnos, buscan una vía de acceso social, mostrando un pseudo afecto y deteriorando su autoridad como educadores? Temo que esta propensión hacia la “afectuosa ternura” por parte de los educadores sólo lleve a una “sobre-infantilización” de los alumnos que son tratados como personas menores que las edades que tienen, edades en las que niños y adolescentes son cada vez más precoces e informados. Los docentes bajan y los alumnos suben y el vínculo docente-alumno se degrada.

Dado los magros resultados de nuestro sistema educativo tiendo a pensar esto último. Pues parece haber cierta correlación, que merecería ser estudiada seriamente, entre ese cambio de denominación de los familiares por parte de los docentes y el deterioro de la educación que sufre nuestro país.

En los ambientes de enseñanza eficaces el “cariño” y la “ternura” se excluyen, porque están fuera de sus cometidos, y se sustituyen por el verdadero afecto y respeto hacia los alumnos y hacia la misión educativa. Y también por el verdadero respeto a sus familiares. Esto que parece trivial, puede ser un ejemplo de que “el diablo se oculta en los detalles”.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar