Los suicidios

@|“Uruguay ante el desafío de frenar los suicidios”. Esta información y problema social, la leí en un diario español.

Algunos datos que le añadían a la nota sonaban realmente preocupantes.

La tasa de suicidios es de 21,3 por 100.000 habitantes, el doble del promedio mundial: 10,5.

Recogían las causas y motivos de este flagelo que debería tocarnos a todos y daban algunas soluciones.

La psicóloga Marlén Bettini señalaba causas multifactoriales como pérdida de lazos afectivos, desgaste físico, enfermedades crónicas, crisis existenciales.

Por otra parte, el sociólogo Pablo Hein citaba “el mito de la melancolía uruguaya” y el estigma de “era un loco”. Cree él que le colocamos un velo a una cuestión que debe ser investigada. Detrás de las vidas hay trayectorias vitales, procesos.

Las soluciones que presenta el texto periodístico a este problema de salud mental son campañas comunitarias, apoyo profesional de psicólogos o psiquiatras, registro de intentos de suicidio para seguir a los pacientes, preparación de los docentes para reconocer suicidas en potencia.

En mi opinión, es una calamidad que nos obliga a pensar, además del trabajo de los profesionales de la salud mental, en los lazos comunitarios.

¿Hemos perdido la unión social, la empatía, la alteridad, la religión? ¿Somos una sociedad individualista?

Recuerdo cuando llegué a San Pablo, ciudad laberinto, hace más de dos décadas. Salí a recorrer el barrio donde vivía en bicicleta, me detuve en una esquina y me senté para descansar en las escalinatas de un edificio. Un hombre se puso a hablar conmigo; estaba desahuciado, desesperanzado. Me dijo, con voz entrecortada, que no quería vivir más. No sé cómo, pero enseguida le di mis palabras de apoyo y le hablé: “Vaya a una iglesia y ore, rece mucho”. Él se enderezó rápidamente, me dio las gracias y se fue esperanzado.

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