El Ciudadano | Montevideo
@|Cuando la banda ideológica alinea a los profesores y silencia la diversidad; la Universidad de la Educación y el problema del Cogobierno Universitario:
Uruguay enfrenta una disyuntiva fundamental en materia de formación docente: definir con claridad el futuro institucional de quienes educan a nuestros hijos. El proyecto de ley para la creación de una Universidad de la Educación vuelve a poner en discusión una idea que ha sido postergada durante décadas, y que debe analizarse con visión de futuro, lejos de intereses corporativos o ideológicos.
En principio, resulta saludable que el país aspire a elevar la formación docente a nivel universitario. No puede haber mejora sostenida en la calidad educativa sin fortalecer el saber pedagógico y profesional de los maestros y profesores. Dotar a los institutos de formación docente de una estructura universitaria permitiría potenciar la investigación educativa, profesionalizar aún más la tarea, y otorgar autonomía académica y rigor científico a un sector clave del sistema educativo.
Sin embargo, no puede ignorarse que la manera en que se propone esta transformación presenta riesgos serios si no se acompaña de una reforma profunda al actual modelo de cogobierno universitario. Este modelo, si bien nació con buenas intenciones democráticas, ha devenido en un sistema de poder estanco, donde grupos organizados imponen vetos y trabas, muchas veces desconectados de la realidad nacional o de las necesidades de los estudiantes y del país productivo.
El Cogobierno tal como está hoy en la Universidad de la República ha favorecido el corporativismo, el inmovilismo y, en algunos casos, la politización extrema de los centros de estudio. Reproducir ese esquema sin revisión crítica en una futura Universidad de la Educación sería un grave error. No se trata de negarse a la participación de estudiantes y docentes, sino de encontrar formas de representación responsables, que promuevan el compromiso con la excelencia y no la captura política o gremial de las instituciones.
Por eso, cualquier proyecto de Universidad de la Educación que se quiera serio, moderno y funcional al desarrollo del país, debe nacer con reglas nuevas: con gobernanza basada en la competencia y el mérito, con participación pero también con responsabilidad, con autonomía pero con rendición de cuentas, y, sobre todo, con una orientación firme hacia los desafíos reales del Uruguay del siglo XXI.
Es tiempo de construir instituciones educativas que estén al servicio del país, y no de quienes las capturan para sus fines personales o partidarios. El futuro de nuestra educación merece una universidad libre, abierta, profesional y profundamente comprometida con su misión: formar a los mejores educadores, no producir más ideólogos.