Email: ecos@elpais.com.uy Teléfono: 2908 0911 Correo: Zelmar Michelini 1287, CP.11100.

La reforma como jugada maestra

Roberto A.A. | Montevideo
@|La política nunca fue un tablero único, es un ajedrez simultáneo donde cada actor mueve piezas en distintos frentes, con ritmos y objetivos que rara vez coinciden. Quien mira un solo tablero pierde de vista la estrategia; quien comprende el conjunto entiende que cada movimiento, incluso el más pequeño, condiciona el futuro de todos.

En ese contexto, el solo aprobar el referéndum de una reforma constitucional no es un gesto técnico ni un ajuste cosmético, es una jugada mayor. Una jugada que, si está bien pensada, ante la eventualidad cierta de que sea aprobada por el voto ciudadano, va generar un efecto cascada, abrir espacios, desplazar inercias, obligar a otros jugadores a reacomodarse; algunos buscarán mejorar su posición; otros quedarán en jaque por simple incapacidad de adaptarse a un nuevo orden de reglas más transparentes y más exigentes.

Pero conviene despejar un malentendido frecuente, una reforma no debe aspirar a resolver todos los males del país; esa expectativa desmesurada es la que termina paralizando cualquier intento de cambio, las constituciones no son manuales de reparación inmediata; son marcos que habilitan o bloquean posibilidades, por eso, el verdadero objetivo de una reforma seria es abrir una puerta, no clausurar un debate.

Esa puerta, si se diseña con inteligencia institucional, puede conducir a una democracia más viva, más permeable, más honesta con su tiempo. Una democracia donde la participación directa del ciudadano no sea un adorno ni un ritual vacío, sino un mecanismo real para incidir en la orientación y el contenido de la democracia representativa, no para sustituirla, no para crear un gobierno paralelo, sino para complementarla y corregir sus desvíos cuando sea necesario.

La clave está en el equilibrio, permitir que la ciudadanía intervenga sin destruir la arquitectura republicana; habilitar nuevas herramientas sin desordenar el sistema; fortalecer la legitimidad sin caer en la tentación del plebiscitarismo permanente, es un desafío fino, pero imprescindible.

Uruguay, como cualquier país que aspire a renovarse sin perder su esencia, necesita pensar la reforma no como un acto de desesperación, sino como un acto de madurez; no como un grito, sino como un diseño; no como un parche, sino como una estrategia.

Porque en el ajedrez político, las jugadas que cambian la historia no son las que buscan ganar rápido, sino las que reorganizan el tablero para que todos jueguen mejor. Y una reforma constitucional bien concebida puede ser exactamente eso, la jugada que abre el juego, que devuelve protagonismo al ciudadano y que prepara al país para un futuro donde la democracia no sea solo un sistema, sino una práctica cotidiana.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar