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La economía

El Ciudadano | Montevideo
@|La economía debe ver personas y no solo números.

El Código Tributario como espejo ético del Estado.

El Código Tributario uruguayo cumplió medio siglo y lejos de ser una reliquia, sigue siendo un espejo; refleja no solo la arquitectura jurídica de la tributación, sino el vínculo ético entre el Estado y el ciudadano. Andrés Hessdörfer, abogado y magíster en Derecho Tributario, lo dijo con claridad en La Mañana: “El sistema tributario debe analizarse con la persona en el centro, no solo desde la recaudación”.

Desde una óptica liberal, esta afirmación no es técnica, es filosófica, es una denuncia contra el modelo fiscal que convierte al ciudadano en objeto de extracción, y una invitación a refundar el pacto tributario sobre bases de legalidad, igualdad y tutela efectiva. El liberalismo no es evasión: es exigencia de límites al poder, es defensa del individuo frente al Leviatán recaudador.

Cinco gestos de reforma que ritualizan esta visión:

1. Plazos máximos para fiscalización: sin tiempo definido, el Estado se convierte en inquisidor perpetuo. La certeza jurídica es un derecho, no una concesión.

2. Separación de procedimientos: no se puede juzgar la deuda y la infracción en el mismo acto. La justicia exige caminos distintos para verdades distintas.

3. Medidas cautelares acotadas: no puede haber castigo anticipado sin resolución firme. La presunción de inocencia debe ser más que retórica.

4. Revisión del uso penal: no se puede denunciar por defraudación sin discutir antes la deuda. La doble sanción —económica y penal— es incompatible con un Estado de Derecho.

5. Reducción de plazos de prescripción: si el Estado tiene acceso automático a la información bancaria, ¿por qué necesita diez años para actuar? La tecnología debe servir a la libertad, no a la persecución.

La Carta de Derechos del Contribuyente no es decorativa, es un símbolo, un texto que educa, que recuerda que el poder fiscal no es absoluto; que el ciudadano tiene derechos, incluso cuando paga; que la ley no solo recauda, también protege.

Conclusión: El Código Tributario, como toda gran obra, trasciende su tiempo, pero su vigencia no debe ser excusa para la inercia; reformarlo es un acto de conciencia cívica, es poner al individuo en el centro, es decir, sin miedo, el Estado no puede ser juez, parte y verdugo. Y el liberalismo no puede callar cuando la recaudación se convierte en dogma.

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