Juan Pedro Arocena | Montevideo
@|Dos estrategias:
“… no podemos dejar a China fuera de la familia de las naciones; el mundo no puede estar seguro hasta que China cambie, y la manera de hacerla cambiar es abrirle la puerta…”, Richard Nixon 1967.
Cuando Henry Kissinger y Richard Nixon definieron esta estrategia geopolítica, no esperaban una democratización de la China comunista, todavía potencia de segundo orden hacia fines de los 60. Buscaban la estabilidad global en el contexto crítico de la guerra fría. Buscaban neutralizar un enemigo y evitar una consolidación a futuro de un bloque comunista China - URSS.
Más allá de las intenciones de sus creadores, en igual sentido que este objetivo estratégico, opera un viejo postulado liberal tendiente a considerar que la libertad es una sola. Desde Locke (propiedad y libertad), Adam Smith (prosperidad y autonomía individual), Alexis de Tocqueville (libertad de comercio e institucionalidad política), hasta la contemporánea “Teoría de la Modernización” (Rostow), el liberalismo sostuvo que la libertad es indivisible y que toda apertura económica trae aparejada la libertad política.
Es una tesis avalada por evidencias históricas que se han verificado sin excepciones en Occidente, aunque no es tan así cuando el desarrollo capitalista basado en la propiedad y la libertad de mercado se desarrolla en otras civilizaciones. Hay allí un factor cultural que juega un ineludible papel. En efecto, de las 23 naciones con un PIB per cápita mayor a U$ 50.000, sólo 3 son regímenes autoritarios: Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Hong Kong. A estas excepciones podríamos agregarle otra, Singapur, no tan nítida, con un régimen político híbrido que mezcla democracia y autoritarismo.
Esta constatación no invalida la tesis filosófica de la indivisibilidad de la libertad, aunque al agregarle el factor cultural la relativiza. En los hechos lo que sucede es un enlentecimiento del proceso, cuando la libertad y prosperidad económicas deben remontar una herencia cultural milenaria basada en el desconocimiento del individuo como entidad real, depositaria de derechos; cuando la libertad debe abrirse camino en sociedades fundadas en el centralismo (que siempre tiene algo de colectivismo), político - imperial en algunos casos y teocrático en otros.
Tiananmen pudo haber sido en China el inicio de una explosión de libertad, pero fue ahogada en un baño de sangre y caracterizó al liderazgo de Deng Xiaoping, que abrió las puertas de la libertad económica al tiempo que cerraba las de la política.
El colectivismo chino comenzó a declinar a partir de 1978 y el soviético colapsó en 1991. El comunismo, como sistema opuesto al capitalismo occidental no fue capaz de alumbrar una la alianza entre las potencias comunistas. Sin embargo, hoy que el comunismo quedó atrás, Rusia y China son aliados, que confrontan con el bloque occidental.
¿Fracasó la política de Kissinger? ¿La apertura a China no hizo otra cosa que fortalecer al enemigo que, convertido al capitalismo, crece como amenaza política?
Donald Trump parece responder afirmativamente a estas interrogantes y ha decidido usar la economía (aranceles) como arma de guerra, como arma política. China sigue alineándose con los enemigos de Occidente, y en la visión de Trump es una tontería coadyuvar a su crecimiento como potencia.
La guerra fría terminó en 1991 con la caída de la URSS y fue seguida de un interregno dominado por la cooperación comercial que dio lugar al famoso postulado del fin de la historia (Francis Fukuyama). “Cuando las mercaderías no crucen las fronteras, lo harán los soldados” (Frédéric Bastiat 1850) constituye otra premisa filosófica liberal, que por momentos fue realidad y que la guerra Rusia - Ucrania, convirtió en pasajero espejismo. Putin abrió la caja de Pandora y el dios de la guerra atrona nuevamente al planeta. El acceso a las materias primas (tierras raras) deja a un lado la vía comercial cediendo terreno al dominio territorial y las viejas veleidades imperiales proponen la división del planeta en zonas de influencia.
Trump no es el iniciador de esa nueva lógica, es sólo una dolorosa e indispensable reacción defensiva de Occidente ante le expansionismo de las potencias otrora comunistas. Como si el comunismo les hubiera detenido el reloj de la historia en 1917 y en 1949 respectivamente.