María del Carmen Liñares | Montevideo
@|Hoy me dijeron “gracias abuela”, una persona que nunca había visto en mi vida. Fue la primera vez y sin duda será difícil de olvidar. Enfrentamiento con una realidad que decía el espejo aunque uno intentaba disfrazarlo.

Ser abuela es todo un orgullo y una felicidad por cierto, pero que te lo diga un extraño tiene connotaciones muy diferentes, pues te pone de cara frente a la etapa de la vida en la cual estás parado.

Haciendo el análisis correspondiente y digiriendo lo difícil del asunto, al final resulta un diagnóstico de una vida que tiene mucho que agradecer por las bendiciones recibidas y todos los aprendizajes de lo bueno y lo malo que uno asimila con el paso del tiempo. Agradecimiento también por el tiempo que resta, aceptándolo con dignidad y con la alegría de que valió la pena vivir.

Quizás sea más fácil por los principios y valores que fueron inculcados y puestos en práctica por simples seres humanos imperfectos como lo es quien habla. Ser una buena persona alcanza.

Lo importante de todo esto es transmitir el mensaje a las generaciones jóvenes - que muchas veces viven con una intensidad que se confunde con superficialidad y materialismo- de que todas las cosas buenas que uno siembra en el correr de los años tienen un premio insuperable, que es la tranquilidad de conciencia y un sentimiento de paz, al llegar al tramo final de la vida.