María Guillermina Coolighan | Montevideo
@|Hoy encontré a una querida amiga y por supuesto surgió el tema política, que nos apasiona y convoca a las dos y que tratamos de militar cada una desde donde puede en el momento actual; en mi caso dando mi opinión con cartas que el diario El País suele tener la gentileza de publicar. Ella me decía con firmeza y hasta un cierto grado de enojo que no podía llegar a entender cómo determinada parte de la ciudadanía podía seguir pensando en votar a determinados candidatos de la actual oposición. A todas luces, y con el respeto que me pueden llegar a merecer quienes así piensan (¿?), es más que evidente que el pobrísimo discurso, cuando los hay, o las paupérrimas respuestas de los mismos a las preguntas de los periodistas, a través de los cuales la ciudadanía quiere estar informada para elegir lo mejor para nuestro querido país, nos tiene que interpelar a todos antes de emitir nuestro voto soberano.
Me podrán hablar de errores, de determinados actores políticos que en este gobierno pueden habernos defraudado con casos de corrupción y o clientelismo político, pero tampoco creo que desde la otra acera puedan sentirse libres de culpa y tirar la primera piedra.
¡Qué frágil la memoria del ser humano! Y aquí no me quiero poner a enumerar la serie de actos reñidos con la honestidad y el deber ser de los tres gobiernos anteriores, demasiado trillados los mismos.
Sí me gustaría subrayar que pocos políticos pueden transitar su gobierno y casi al final contar con la aprobación de una inmensa mayoría de la población.
También indicar que si muchas cosas no pudieron hacerse fue por el constante no, no, no toda vez que se hizo una propuesta atinada y siempre se contó con el muro infranqueable de quienes lo sostienen con el pensamiento que “del país me importa poco, hagamos la nuestra, después vemos si se desarma algo que tal vez servía”.
Pero mi carta tiene por objeto analizar el último interrogatorio al que fuera sometido el Profesor Yamandú Orsi sobre Venezuela y su no definición del gobierno que la rige como una dictadura. Fue un real dislate ver a su jefe de campaña, el Sr. Ernesto Tulbovitz, mirando por detrás del grupo de periodistas cada vez más sorprendido por las respuestas enredadas, dubitativas, cero criterio ni pienso (y estamos hablando nada menos que de un Señor Profesor de Historia!!!), que si voy por el camino A digo una cosa, por el camino B, digo otra; Uds. como periodistas quieren saber y allí solo faltó que dijera “¡no tengo la más mínima idea de cómo salir de esta enredada madeja!”.
El Sr. Tulbovitz hacía gestos desesperados para que se cortara de una vez la escena. Cuando vio que ello no sucedía, se dio media vuelta y… se marchó. Habrá pensado este pobre Sr.: no puedo seguir escuchando tremendas respuestas que no dijeron ni aclararon nada.
Ahora sí comprendí por qué este candidato se rehusa a aparecer ante el público o sus adversarios políticos; excelente estratagema para quien no tiene demasiado para decir.
Cierto es también que con bonitos discursos o atinadas respuestas no necesariamente se gobierna bien un país. Sin embargo, un cierto mínimo de buen saber es absolutamente indispensable para ello. Y no quiero hablar de inteligencia para no agraviar a nadie.
Por favor, pueblo uruguayo, piensen bien antes de ir a las urnas. No olviden que quien conducirá el barco a buen puerto durante los próximos cinco años debe tener gran empatía por todos, gran celeridad para saber pegar un buen golpe de timón (jamás sabemos lo que el destino nos depara para ya el 2 de marzo por ejemplo y si así no lo creen pregunten al Dr. Lacalle Pou a lo que debió enfrentarse a la semana de asumir!!!), gran capacidad para innovar soluciones bien pensadas y sobre todo representar a nuestro país, acá y en el exterior.
Mucho me temo que esta es una elección más que importante porque nuestro futuro como nación solo tiene un camino: caer en las mejores manos.
No será con dudas entre A y B que llegaremos a puerto, con firmeza y como dice nuestro Presidente: “para adelante están las casas”.