El Ciudadano | Montevideo
@|El poder de no votar al FA.
Estamos a las puertas de las elecciones municipales, donde se juega mucho más que el mantenimiento de plazas, calles o alumbrado.
En cada voto depositado se define el rumbo de la vida cotidiana de cada uruguayo. Las Intendencias no son oficinas administrativas, son la primera trinchera de contacto entre el Estado y el ciudadano.
El gobierno nacional debe tener una visión completa, estratégica, abarcadora de todo el ser nacional. Pero es el gobierno departamental quien tiene la misión de traer a tierra esas políticas, adaptarlas y ejecutarlas para resolver las necesidades reales de cada región, ciudad, pueblo o zona rural.
Por eso, votar propuestas municipales que defiendan al individuo y su libertad, que no dupliquen funciones sino que generen oportunidades concretas para el desarrollo de las personas y sus familias, es una forma superior de compromiso democrático.
No podemos resignarnos a las zonas rojas ni a los territorios sin ley. No podemos permitir que la inseguridad margine a nuestros compatriotas. Una Intendencia valiente y proactiva, con el respaldo de los ministerios nacionales, debe ser capaz de transformar esas realidades facilitando el progreso y la inclusión sin dejar a nadie atrás.
Y aquí lo más importante: cuando los gobiernos departamentales y el gobierno nacional no comparten ideologías, se produce un sano contrapunto, una tensión virtuosa que impide la comodidad, que bloquea la excusa y que obliga a todos a rendir cuentas.
Ese equilibrio de poderes genera eficiencia, transparencia y mejores servicios.
Votar distinto en lo municipal no es traición, es madurez política. Es entender que el buen gobierno nace del control cruzado, de la vigilancia mutua y del estímulo a la acción real. Es, en definitiva, una apuesta inteligente por un país mejor.