Saúl Gilvich, Vice Presidente del Congreso Judío Mundial
@|Vaya que somos una sociedad futbolera. Nos apasiona ver los partidos, discutirlos en la tribuna y analizarlos en el bar con los amigos. El show de las cámaras que ofrece la televisión nos permite a veces repasar cada detalle de una jugada.
La guerra de Gaza también despierta pasiones. Hay quienes comprenden el derecho de Israel de rescatar a los secuestrados por Hamás hace ya dos años, otros lo niegan y cuestionan estas acciones, a veces ignorando el ataque terrorista del 7 de octubre.
Las diferentes posiciones frente a este conflicto son tal vez parte de la condición humana misma, cuando mismos hechos nos sensibilizan de manera distinta. Así ocurre tanto en la sociedad de Israel, donde hay quienes apoyan cada decisión del Gobierno cuando otros cada semana se manifiestan en su contra; como así también en la sociedad uruguaya. Ambos son dos ejemplos de sociedades democráticas.
Sin embargo, me surge la pregunta acerca de cuáles son los límites para expresar las diferencias. ¿Vale todo? ¿O hay principios éticos que delimitan nuestro accionar? ¿La libertad de expresión es superior al respeto al semejante?
Cuando hace unos días, veía a un grupo de manifestantes ondear banderas palestinas frente a la escuela de la comunidad judía de Montevideo, otra vez me volvían las mismas preguntas, esta vez con una clara respuesta.
Manifestar frente a la escuela de la comunidad judía en el horario de la salida de los niños para mostrar el rechazo a la política del gobierno israelí, ¿es una forma democrática de expresarse?
¡No!, ¡definitivamente no! Ésta es una manifestación de antisemitismo, que señala a los judíos uruguayos como responsables de la política de Israel. Parece que no fue suficiente pintar las paredes del cementerio judío de Montevideo.
¿Cuál es el límite? ¿Un ataque personal?
Uruguay recuerda trágicamente el horror del odio. Hace 9 años, al grito de Dios es grande, fue asesinado frente a la entrada de su negocio en Paysandú, David Fremd.
La sociedad uruguaya se caracteriza por la convivencia pacífica. Levantamos como símbolo la presencia conjunta de los ex presidentes de distintos partidos en distintos eventos de la vida pública; es una característica casi singular de nuestro país.
Cuidar la convivencia es cuidar la libertad de expresión, pero cuidar la libertad de expresión es también cuidar a los ciudadanos de las manifestaciones de odio que solo lesionan el tejido social.
Consignas antiisraelíes mientras se ondean banderas palestinas frente a la escuela, en el horario de salida de los alumnos, es una muestra clara de la intención de confrontar a los niños.
No manifestarse en contra de esto es una forma de permitir que esto siga creciendo. La normalización de la provocación nos quita la sensibilidad y pasivamente nos convertimos en cómplices. Un silencio especialmente difícil para quienes son referentes de la sociedad y para quienes deben cuidar a los ciudadanos de que se conviertan en blanco de la incitación al odio.
Tenemos oportunidad de apelar al VAR, y ver lo que nos sucedió, y de decir que claramente esto fue una jugada en offside!