Uruguayizar Chile, chilenizar Uruguay

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AGUSTÍN ITURRALDE
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Personalmente no creo que la elección del domingo en Chile fue “entre fascismo y democracia”, ni tampoco “entre libertad y comunismo”. Pero sin dudas, fue una elección con alternativas más polarizadas de lo que Chile nos tenía acostumbrados.

Algo se rompió. La lógica de dos grandes coaliciones que acordaban la mayoría de sus políticas no corre más. Entender el fondo de esto excede el objetivo de esta columna, pero sí quiero cuestionar una línea argumental repetida por estos días. De golpe, parece que no hay nada bueno en Chile, que nada rescatable pasó en 30 años de democracia, “el modelo” solo fue una fabrica de exclusión y desigualdad. Se trata de un relato insostenible si nos acercamos con honestidad a los hechos.

El novel presidente electo de Chile, Gabriel Boric ha reiterado su visión positiva sobre Uruguay: “...es un país pequeño, estable y que tiene un modelo de desarrollo moderado en el cual hay un Estado fuerte con una clase media fuerte y mayor equidad social”. Mucho más conocidas de este lado de la cordillera fueron las referencias a las virtudes al modelo chileno. Hoy parecen un recuerdo lejano (del que varios renegaran) pero desde todo el espectro político uruguayo se puso como referencia a Chile en algún momento.

En este sentido, hay una expresión que le escuché informalmente a un politólogo y quiero rescatar, “deberíamos uruguayizar Chile y chilenizar Uruguay”. Hoy suena demodé, pero no tengo dudas que hay un punto.

Sin dudas, Uruguay es una sociedad más cohesionada y estable. También es menos vertical y elitista y tenemos partidos y organizaciones más representativos de las personas que Chile. Parece razonable, que en medio de un estallido social que se critica la falta de igualdad y representatividad, desde Chile se mire a este primo uruguayo en búsqueda de algunas pistas.

Pero, con todos sus problemas, también siguen habiendo lecciones en el sentido inverso. Chile es un país históricamente más pobre que Uruguay, y que realizó un proceso tremendo de mejora de las condiciones de vida de las personas desde la recuperación democrática. La generación del presidente Boric es mucho más urbana, educada, rica y con mayores aspiraciones que la de sus padres y, sobre todo, que la de sus abuelos. Cuando se fue Pinochet la pobreza era de un 68%, hoy está en el 9%. Ignorar las enormes mejoras en el acceso a electrodomésticos, en la esperanza de vida o en la generalización de la enseñanza secundaria, no parece muy honesto.

¿Qué puede aprender Uruguay de Chile? La institucionalidad económica en Chile es mejor que la nuestra, sin duda. Y eso explica el éxito parcial del párrafo anterior. Chile se logró internacionalizar mejor que nosotros y tiene el acceso a mercados mucho mejor resuelto. La burocracia pública también es de mejor calidad, así como el manejo fiscal, la competividad en sus mercados y el nivel de precios que enfrenta la población.

Uruguay y Chile son los dos países con mayor ingreso y estándares de vida de la región. Sin embargo, sus historias y modelos tienen diferencias relevantes, sus fortalezas y debilidades son bien diferentes y llamativamente complementarias. Ojalá podamos ir más allá de las modas y los enamoramientos pasajeros con “un modelo” y buscar los aprendizajes valiosos que sin dudas ambos tienen para aportar.

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