Uruguay debe dar un salto

En la competencia global por atraer inversiones productivas, los países ya no se limitan a ofrecer estabilidad macroeconómica o impuestos bajos. Hoy, los grandes jugadores apuestan a subvenciones directas, créditos reembolsables y apoyos financieros de gran escala para captar empresas que generen empleo de calidad y valor agregado. Uruguay, pese a su fortaleza institucional, empieza a quedar rezagado frente a países que aplican instrumentos más modernos y agresivos.

⸻Uruguay: una base sólida, pero con herramientas antiguas. El país combina regímenes fiscales, zonas francas y apoyos modestos a la innovación.

El régimen de promoción de inversiones, gestionado por la COMAP, otorga exoneraciones según un sistema de puntajes -empleo, innovación, descentralización, medio ambiente-. A eso se suman las zonas francas, con exoneración total de tributos, y los programas de la ANII y ANDE, que financian proyectos de innovación y emprendimiento en montos bajos.

El esquema ha funcionado bien durante décadas, pero ya no alcanza. Uruguay carece de programas que compartan riesgo tecnológico o que otorguen subvenciones directas para la instalación de plantas industriales.

Hay que ver qué hacen otros países. Israel, por ejemplo, cofinancia proyectos de I+D con un modelo innovador: si la empresa tiene éxito, devuelve un porcentaje de sus ventas; si fracasa, no devuelve nada. Además, el Estado impulsa incubadoras tecnológicas y subsidios directos a fábricas, especialmente en zonas periféricas.

Irlanda combina baja fiscalidad con subsidios directos a investigación, formación laboral y proyectos estratégicos de multinacionales. Esta fórmula la transformó en un imán para empresas tecnológicas y farmacéuticas. Canadá otorga créditos fiscales reembolsables que incluso se pagan en efectivo si la empresa no tiene impuestos a abonar.

Uruguay tiene instituciones de excelencia -UDELAR, UTEC, Instituto Pasteur, INIA, LATU-, pero sin una conexión estructural con las empresas.

En Israel, Irlanda o Canadá, la colaboración entre universidades y sector productivo es condición obligatoria para recibir fondos públicos. Aquí, esa articulación aún es la excepción. Un salto cualitativo requeriría financiar consorcios entre empresas y academia, con equipamiento científico moderno compartido y programas de formación vinculados a las nuevas industrias.

Para modernizar su estrategia de atracción de inversiones, Uruguay podría incorporar instrumentos que ya funcionan en otros países:

Fondo de I+D con reembolso por regalías, donde el Estado comparte el riesgo y cobra solo si hay ventas. Subvenciones directas para instalar plantas en el interior, ligadas a empleo formal y encadenamientos locales. Créditos fiscales reembolsables para pymes innovadoras. Programas de capacitación laboral previa a la instalación de nuevas empresas. Condición de colaboración con universidades.

Uruguay tiene ventajas innegables, pero hoy eso no basta para competir.

Los países líderes están invirtiendo miles de millones en subsidios inteligentes, descentralizados y condicionales, diseñados para atraer industrias del futuro. En definitiva, se trata de invertir en inversiones: usar recursos públicos para atraer proyectos que generen más empleo, innovación y desarrollo productivo sostenible.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premium

Te puede interesar