Urnas francesas: lo bueno y lo inquietante

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Fue como si el defensor no sólo alcanzaba la pelota en la línea del arco, cuando la tribuna ultraderechista ya estaba cantando el gol, sino que la pateó tan fuerte en dirección opuesta que termina haciéndola entrar en el arco contrario, logrando ganar un partido que parecía perdido.

A diferencia del Reino Unido, donde se veía claramente el triunfo de la centroizquierda que convirtió al laborista Keir Starmer en primer ministro, en Francia fue un giro en U que hizo marchar los votos a contramano total de lo que dijeron las urnas en las dos elecciones que hubo en junio, y de lo que a coro predecían las encuestas.

Aunque si de partidos se trata, el Rasemblement National (RN) de Marine Le Pen seguiría siendo la fuerza con más caudal de votos ya que las que obtuvieron el primero y segundo puesto son coaliciones.

Si la coalición izquierdista rescató el nombre del Frente Popular que se creó en 1935 liderado por Léon Blum para frenar el fascismo, es porque la ultraderecha en muchos franceses y europeos recuerda al régimen de Vichy, que con el mariscal Petain al mando, puso Francia al servicio del III Reich.

Lo que antes fue la Alemania nazi, en gran medida hoy está referenciado en la Rusia de Vladimir Putin: ultra-conservadurismo anti-liberal, anti-globalista, euroescéptico, anti-atlantista y negacionista del cambio climático.

El problema es que Jean-Luc Melenchon, además de coquetear con el ultraislamismo, también es contrario a la OTAN, enemigo de Bruselas y admirador del líder ruso.

Para no repetir una mala cohabitación como la de Miterrand con Chirac en los ´80, sino lograr una cohabitación amable, como la que posteriormente aquel presidente socialista tuvo con Balladur, o al menos la tensión manejable que Chirac, como presidente, mantuvo con el socialista Jospin, lo que debería hacer Emmanuel Macron, recurriendo al derecho que da la Constitución de la V República, es nombrar primer ministro a Francois Hollande, de quién fue ministro de Economía cuando era presidente el actual líder del Partido Socialista, hoy en el Nuevo Frente Popular.

A la ultraderecha, los boca de urnas les borraron la sonrisa que lucían desde que RN fue el partido más votado en las elecciones europeas y les creció de oreja a oreja cuando la primera vuelta lo ratificaba como principal fuerza política, además de dejarle al alcance de la mano la jefatura de gobierno.

Parecía imposible que el ballotage revirtiera esa tendencia. Las encuestas confirmaban que el centroderecha se hundiría hasta la intrascendencia y que RN arañaría la mayoría absoluta para convertir a Jordan Bardella en primer ministro. Pero el llamado de Macron a unir fuerzas para cerrarle el paso a la ultraderecha, planteando claramente la posibilidad de un acuerdo con el Nuevo Frente Popular (NFP) que aglutinó a la izquierda por iniciativa del populista filo-chavista Melenchon, se sumó a llamados como el de Kylian Embappe, movilizando los “banlieues” (barrios suburbanos poblados de hijos y nietos de inmigrantes), así como también a los liberales centristas desilusionados con la derecha gaullista y con el actual presidente.

Por ocupar una posición con visibilidad desde todas las clases y sectores de la sociedad francesa, el llamado de Kylian Mbappe fue clave. Ante el ballotage, con el NFP en segunda posición en la primera vuelta y en las encuestas, el astro del fútbol dijo que, frente a un partido de tendencias racista, autoritaria y con discurso de odio a los inmigrantes, era imprescindible cerrarle el paso con una muralla de votos.

Había que votar incluso a la coalición izquierdista, aunque tuviera peso en ella un populista radical como Melenchon.

Si el resultado final hubiera sido acorde a los dos comicios anteriores Macron habría sido sentenciado a no cumplir su segundo mandato porque, empoderada, la extrema derecha le habría exigido renunciar.

Lo que falta ahora es que el presidente, usando el derecho que le otorga la Constitución de la V República, elija como primer ministro a Hollande o cualquier otro miembro del Partido Socialista, que es la centroizquierda socialdemócrata dentro del NFP, o a algún miembro del partido verde, pero no al líder del partido La Francia Insumisa.

Si se tentara con evitar cohabitación designando un primer ministro de su espacio, apoyándose en los votos que tendrá en el parlamento la centroderecha gaullista, sería visto como un inescrupuloso jugando sucio contra la coalición más votada.

En los próximos días Macron sacará cuentas y tomará la decisión. Lo seguro es que al próximo gobierno, la extrema derecha lo va a mirar desde afuera.

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