Una ausente presencia recorrió Oslo. Sin aparecer ante la mirada de Noruega y del mundo, María Corina Machado se sentía en el aire helado de la ciudad escandinava. Su ausencia en la ceremonia de entrega del Nobel exhibe el precio de vivir luchando contra una dictadura. El riesgo de vivir en la clandestinidad y salir de un país a escondidas, para no ser capturada por un régimen que la considera prófuga. No obstante, su ausencia en las conferencias de prensa y que su hija haya tenido que recibir el diploma, hicieron aún más notable para el mundo la situación que vive la mujer que más en evidencia ha puesto a la corrupta dictadura chavista.
Mientras los ojos del mundo convergían en Oslo, dos aviones F-18 sobrevolaban en profundidad el territorio venezolano, incursión aérea que expuso la impotencia del régimen para atacar a las naves intrusas. Tampoco salieron sus fuerzas navales a liberar el buque petrolero que fue capturado por naves norteamericanas.
“No hay una camino hacia la paz, la paz es el camino” escribió Mahatma Gandhi. Haber sido el impulsor la “no violencia” y la “resistencia pacífica” debió merecerle un Nobel de la Paz, pero nunca se lo dieron. Algo tan polémico como tantas distinciones entregadas a líderes que hicieron guerras. También es polémico que premio a María Corina Machado.
Hay voces en Latinoamérica y Europa cuestionando esa distinción. Consideran absurdo premiar a quien está pidiendo a Estados Unidos que invada su país para sacar a Maduro por la vía militar.
Por cierto, hay razón para la polémica. El tema es que son las mismas voces que no dijeron nada cuando la oposición ganó las elecciones legislativas y el régimen respondió con una vasectomía institucional: para que no parezca lo que fue, un auto-golpe, la Asamblea Nacional siguió funcionando pero las leyes que promulgaban jamás entraban en vigencia.
Lo que no dicen quienes cuestionan la distinción a la líder antichavista, es que ella lleva años intentando el fin de la dictadura por medios institucionales. Y no lo ha logrado, precisamente, por tratarse de una dictadura.
Los denostadores de Machado tampoco hablan de la persecución ideológica, los cientos de muertos que dejaron las represiones a ecurrentes protestas masivas, las cárceles colmadas de presos políticos y la aplicación sistemática de la tortura en centros de detención como Ramo Verde y el Helicoide, según lo han denunciado las principales organizaciones defensoras de Derechos Humanos en el mundo y también el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos antes de que lo dirigiera Michel Bachelet, bajo la conducción de la ex presidente socialista chilena y también después de su gestión en ese brazo de la ONU.
Han criticado más que le dieran el Nobel a Machado que a la dictadura facinerosa que destruyó la economía de un país que flota en petróleo y generó una diáspora de dimensiones bíblicas, además de perseguir, encarcelar, torturar y matar a escalas industriales.
En la disidencia cometió muchos errores, pero Machado creció en estos últimos años hasta volverse imponente. Su mérito fue haber enfrentado Maduro sin desistir, hasta causarle una derrota tan inmensa que no dejó espacio para un fraude.
Como Maduro sabía que lo vencería, la proscribió. Pero en lugar de darse por vencida, puso como candidata a una académica desconocida, Corina Yoris, con dos rasgos que la visibilizarían: ser mujer en una boleta única donde todos los demás eran hombres y la foto de Maduro aparecía una docena de veces. Una única mujer, además llamada Corina, vencería al dictador.
El régimen proscribió también a Corina Yoris. Pero Machado sacó otra carta de la manga: un viejo diplomático al que llevó a su lado sobre un camión con el que recorrió Venezuela. Siempre vestida igual, con jeans ajustados y una camiseta blanca con la bandera del país en una manga, logró hacer conocer a González Urrutia, el candidato al que debían votar.
Lo logró, y la avalancha de votos fue tan grande que no hubo forma de dibujar el resultado.
El mundo vio el fraude más grotesco del que se tenga memoria gracias al coraje y la astucia de Machado. Nadie se atrevió a tanto contra la dictadura.
De producirse una invasión norteamericana, antes que culparla a ella, quienes cuestionan el Nobel deberían culpar a la dictadura. Antes que criticar al comité Noruego, deberían criticar a los líderes de la región que no hicieron nada para obligar al régimen a respetar la voluntad popular expresada en el 2024.