¿Un país partido al medio?

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martín aguirre regules
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Como en cada elección, el resultado del referéndum sobre la LUC se presta para muchos análisis.

¡Pero ojo! Porque hay análisis válidos, y otros que son más justificaciones para una narrativa política, que realistas intenciones de entender lo que expresó en las urnas la voluntad del soberano.

El comentario más obvio y predecible del resultado de anoche es que estamos ante un “país partido en mitades”. Bueno, eso es relativo. Ayer, las urnas mostraron que el “Sí” obtuvo un 48%. Pero en la segunda vuelta de 2014 la oposición obtuvo un 43%, y en la de 2009, un 45%. O sea, una distancia no tan lejana a la de ayer. Y eso no significó que los gobiernos que surgieron de aquellas elecciones hayan tenido una consideración demasiado especial por lo que pensaba esa otra “casi” mitad del país. De hecho, en alguno de ellos ni siquiera se cumplió con la tradicional participación opositora en los organismos del Estado.

Pero además, como bien se encargó de repetirlo hasta el hartazgo la campaña del “Sí” en su cadena de radio y TV, esta no era una elección sobre el gobierno, o de partidos. Se llegó a decir explícitamente que algunos artículos que se impugnaban habían sido apoyados por el Frente Amplio.

Es más, la altísima cantidad de votos anulados son un capital político que difícilmente pueda contar la oposición como propio.

Por lo cual, la legitimidad política del gobierno actual a la hora de tomar decisiones no debería estar más cuestionada que por la integración actual del Parlamento. Eso pese a que algunos dirigentes del comando del “Sí” hayan dicho otra cosa.

Otra lectura obvia y predecible, es que el gobierno ganó, la ley se mantiene, y ahora puede seguir andando. Sí, pero, más o menos. No hay duda que el haber superado el escollo de ayer es un alivio enorme para el gobierno, y que ahora puede seguir adelante con una gestión que se había metido en el freezer hace por los menos dos meses. No solo de parte de los jerarcas, vale señalar. Pero muchos proyectos, inversiones, decisiones empresariales importantes, estaban pendientes de lo que pasara en las urnas.

Ahora, una diferencia de cerca de 3 puntos, contando a los votos en blanco, con una cantidad altísima de votos anulados, y la baja votación, no debería alentar mucho festejo en Torre Ejecutiva.

Sobre todo porque tira por el suelo la esperanza de que la muy buena y reconocida gestión de la pandemia por parte del presidente Lacalle Pou pudiera haber terminado de romper ciertos prejuicios sobre su figura, pero sobre todo sobre su partido. Y que ese apoyo popular masivo que se sigue viendo en cada encuesta, pudiera ser un capital político que cambiara la dinámica electoral general del país. El resultado parece mostrar que no, todo sigue más o menos igual. Sobre todo en el área metropolitana; la oposición sigue teniendo el mismo nivel apabullante de votación que en otras elecciones.

Hay además otro factor importante. A diferencia de lo que ocurrió en otro tipo de referéndums, o incluso en segundas vueltas presidenciales aquí el aparato partidario formal, sobre todo en el interior, se empleó a fondo. O sea, que no hay mucho más que hacer en ese sentido. Es lo que hay.

Pasando raya, los dos años largos de gobierno que quedan por delante podrán tener la misma tónica que hasta ahora, sin mayores cambios políticos. Pero, pensando a futuro, hay un par de cambios importantes.

El primero, que se confirma la absorción del Frente Amplio de parte del movimiento sindical. La cúpula del Pit fue la que juntó las firmas, fue la que llevó adelante la campaña, y fue la que logró llegar a ese 48%, incluso dándose el gusto de, como decíamos antes, expresarle directamente a la sociedad que lo hacían contra decisiones orgánicas del FA. O sea que el sector más “moderado” o “socialdemócrata”, que de alguna manera esperaba que un resbalón ayer en las urnas pudiera habilitarlo a exigir un rol más digno a futuro que el que surgió de la interna del Frente, no va a tener suerte.

Segundo, la Coalición Republicana debe ser consciente de sus limitaciones. Y que si quiere permanecer otro período en el gobierno debe mantener el nivel de unidad llamativo que logró en esta campaña. Pero, sobre todo, tener mucha puntería para elegir un candidato que pueda mantener el apoyo logrado en la última elección presidencial, a la vez que aspirar a crecer un poco en los bastiones metropolitanos de la oposición. El que creyera que el apoyo a la gestión de la pandemia, o a la figura de Lacalle Pou alcanzaba para un segundo gobierno seguro, el resultado de ayer es un despertador. ¿Lo bueno? Más vale ahora que dentro de dos años.

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