Un buen sacudón colorado

Una de las discretas tragedias que sufrimos en nuestro largo plazo democrático ha sido el remplazo del Partido Colorado (PC) por el Frente Amplio (FA) en el papel de partido preponderante de nuestro sistema de partidos.

Al final del proceso de medio siglo, hay una sociología electoral en la que se percibe claramente ese remplazo. Antes, el PC era fuerte en el mundo urbano hecho de Montevideo y Canelones, y en varias ciudades del Interior, como Paysandú, Maldonado o Florida, por ejemplo; hoy, ese mundo urbano adhiere sobre todo al FA. Esa sustitución puede dar lugar a un debate algo bizantino, pero igualmente interesante, en torno a qué batllismo terminó teniendo más éxito, si el de Zelmar Michelini y Líber Seregni, fundadores del FA, o el de los tres grandes líderes colorados de este último medio siglo, Jorge Batlle, Jorge Pacheco y Julio Sanguinetti. Electoralmente, la aplanadora frenteamplista del siglo XXI parece dar una respuesta elocuente; sin embargo, políticamente, el talante conciliador del presidente Orsi revela cierto triunfo del ADN colorado.

En cualquier caso, la tragedia es que el lugar de partido mayoritario pasó de un protagonista laico, republicano, moderno y socialdemócrata como es el PC, a un FA tomado por la religión secular izquierdista, nunca del todo convencido de las completas bondades de la democracia representativa, y decididamente entregado a cuanta iniciativa extranjera tildada de progresista asome por el horizonte -desde planes reformistas tributarios o políticas demográficas, hasta énfasis culturales woke: en todo, el FA es nuestra convencida y suavemente ondulada Malinche-. No hay mejor ilustración de la diferencia radical entre uno y otro partido que las vidas y peripecias comparadas de dos vicepresidentes paradigmáticos de cada una de las esencias políticas en juego: Tarigo y Sendic.

No hay más verdad que la realidad. Ella dice que hace dos décadas ya que el PC recibe menos de 20% de los votos a nivel nacional. Pero también dice que no es electoralmente posible un triunfo del campo no frenteamplista sin un claro protagonismo del PC: así fue tanto en 2019 como en 1999. Más aún: los énfasis pragmáticos, racionalistas, laicos y de ética de la responsabilidad que hacen a la personalidad del PC son fundamentales para cualquier gobierno de Coalición Republicana (CR). Sin ellos, mucho mejor alojados entre los colorados que entre los blancos, ella está llamada a fracasar siempre.

Por todo ello es muy bienvenido el plan estratégico de los colorados para fortalecer su organización, su posicionamiento ideológico y su capacidad electoral. Se habla allí de un congreso ideológico, de un sistema de información electoral nacional, de una revisión de figuras históricas coloradas, de una moderna política comunicacional y de un instituto vinculado a propuestas de políticas públicas. Son todas dimensiones fundamentales por dos motivos. Primero, porque no hay alternativa de gobierno posible al FA si no hay un PC vigoroso, con buena votación e incidencia ideológica real y potente dentro de la CR. Segundo, porque la insoportable modorra estratégica y la depresiva abulia analítica de los blancos, que juran tener asegurado su lugar de liderazgo partidista en la CR, precisan de un buen sacudón colorado.

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