Sustentable

Hernán Sorhuet Gelós

No debemos perder de vista que la importancia internacional de Sudamérica aumentará cada vez más, debido a que es quizás la región más privilegiada del planeta en materia de patrimonios naturales.

En tal contexto, no extraña que Brasil se perfile para transformarse en una de las tras megapotencias en el mediano plazo.

La paradoja de tan halagüeño futuro es que nuestras mayores riquezas son muy vulnerables al modelo de desarrollo imperante, que muy poco tiene de sustentable.

En otras palabras, responde a la perimida visión de que la humanidad dispone de una naturaleza infinita e inagotable, propia de los comienzos de la industrialización.

El uso inapropiado de las grandes avances tecnológicos, el crecimiento de la población mundial y la falta de toma de conciencia de la realidad socio-ambiental han consolidado la actual crisis planetaria, cuyo estandarte más mediático es el cambio climático.

Necesitamos dar un golpe de timón que encauce correctamente el desarrollo de los pueblos hacia la sustentabilidad, algo sencillo de decir pero muy difícil de concretar. Es que nadie sabe cómo hacerlo.

En esta lógica tan contradictoria que impulsa el crecimiento económico como un fin en sí mismo, se hace difícil discutir y buscar soluciones verdaderas.

Desde 2000 se impulsa en la región un megaproyecto denominado Integración de la Infraestructura Regional en Sudamérica (IIRSA).

Propone mejorar la competitividad mediante la modernización de la infraestructura regional en materia de transporte, energía y telecomunicaciones.

Bajo este paraguas se presentan e implementan un número considerable de proyectos con efectos transnacionales, como por ejemplo el Eje vial Mercosur-Chile, que uniría puertos sobre los océanos Atlántico y Pacífico, y ciudades como San Pablo y Santiago de Chile, pasando por territorio uruguayo.

En materia de conservación de las selvas tropicales sudamericanas, IIRSA incluye proyectos muy ambiciosos de construcción de carreteras y represas hidroeléctricas en varias regiones de la cuenca del Amazonas y del Orinoco.

Esto ocurre al mismo tiempo que las negociaciones para aprobar un nuevo acuerdo mundial de lucha contra el cambio climático, y están dirigidas a lograr una firme conservación de las selvas que aún sobreviven como estrategia clave para la mitigación del calentamiento global.

Lo extraño de la situación es que los gobiernos de los doce países que participan de IIRSA mantienen un llamativo silencio informativo hacia la población, tanto de las propuestas como de los avances logrados.

Dicho esto, resulta obvio decir que no existen instancias de diálogo y participación de las comunidades locales en la discusión de los proyectos desde sus inicios, a pesar que IIRSA se define como un foro de diálogos.

La pregunta es por qué existe tanta desinformación sobre proyectos, inversiones y construcciones que afectarán considerablemente la vida de la gente.

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