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Sufrimiento y actuación

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CLAUDIO FANTINI
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La victimización es un instrumento muy usado en política. Por eso generó sospecha el mensaje grabado de Cristina Kirchner, anunciando su viaje a Cuba para que su hija Florencia reciba tratamiento. Según la expresidenta, la enfermó “la persecución judicial ordenada por Macri”.

Colaboran con esta posible estrategia de victimización los miles de mensajes cargados de odio que vuelca diariamente en las redes un anti-kirchnerismo envenenado. Lo refuerza un ejército de trolls que lleva años haciendo bullyng de todo tipo a la hija de la líder kirchnerista.

Es cierto que Florencia Kirchner es blanco de insultos y burlas despreciables y que tanto ensañamiento puede afectar la salud de una persona. Pero la inmoralidad de quienes hacen bullyng no tiene que ver con las razones objetivas por las que la joven está imputada por la justicia.

Fueron sus propios padres quienes la pusieron en esa situación al designarla en el directorio de empresas investigadas por lavado de dinero de la corrupción. También, posiblemente, fueron ellos los que pusieron cinco millones de dólares en una caja de seguridad de Florencia Kirchner.

Su situación judicial acentúa, en buena parte de la sociedad, las dudas sobre la integridad moral de sus padres. Causa perplejidad que Cristina use a su propia hija para victimizarse con el argumento de que la enfermó la “persecución judicial” macrista.

La manipulación de la lástima y la compasión ha sido un recurso que ella utilizó, en algunas oportunidades con virtuosismo y en otras con patetismo.

Al abultado triunfo que obtuvo en su reelección, aportó notablemente el “efecto luto”, como llaman en Argentina a la ola de solidaridad compasiva que provoca la muerte inesperada de un dirigente.

Los expertos en propaganda política que trabajaban para el gobierno kirchnerista, diseñaron la escena adecuada para que el fallecimiento repentino de Néstor Kirchner empoderara a su viuda y la arropara con la compasión de la sociedad. La capilla ardiente fue con el féretro cerrado, lo que sacaba del foco de atención a quien debe tener la centralidad en un funeral: el fallecido.

A la centralidad de la escena la ocupó la viuda, parada junto al cuerpo invisibilizado.

La mirada convergente cayó sobre la presidenta durante aquellas largas horas. Y vistió de luto durante toda la campaña electoral, tras la cual obtuvo un resultado al que sumó votos su imagen de viuda doliente.

Hubo un uso del dolor indecoroso, pero inteligente y eficaz desde el punto de vista de la propaganda política. El caso de uso patético de la lástima, fue su aparición en silla de ruedas tras la muerte del fiscal Alberto Nisman.
Era grotesco aparecer como inválida por una simple fractura de tobillo.

También resultó una escenificación burda porque, a ese tipo de apariciones en cadena, ella como cualquier presidente la hacía sentada detrás de un escritorio.

La grabación musicalizada con que Cristina anunció su viaje a Cuba para que su hija reciba tratamiento médico, está más cerca del patetismo de la silla de ruedas que de la solemne capilla ardiente a cajón cerrado.

Igual que la grotesca escenificación de invalidez para referirse a la oscura muerte del fiscal que la acusaba de pactar con quienes habían masacrado argentinos, lo que hizo la ex presidenta acrecentó sospechas en lugar de conjurarlas.

En definitiva, la medicina cubana no tiene nada de especial para la dolencia de la menor de la familia.

Ella es la única imputada del clan Kirchner que carece de fueros; ergo, tiene lógica sospechar que por la amistad de Cristina con el régimen castrista, sumado a la ausencia de un tratado de extradición, lo que se busca en Cuba es un lugar fuera del alcance de los jueces.

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