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Siempre habrá una excusa

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Pasan los años, pasan las décadas y el proceso negociador continúa en un estancamiento predecible.

Nos referimos a la “eterna” postergación de que la Unión Europea (UE) y el Mercosur firmen el tan manoseado acuerdo de libre comercio.

Dos décadas de idas y venidas parecen no ser suficiente tiempo para hallar los consensos que le permitan a estos dos grandes bloques favorecerse mutuamente de un buen acuerdo. Francia en particular se ha opuesto desde el comienzo, debido a su férreo proteccionismo del sector agropecuario.

Subsidios de todo tipo a la producción nacional mantienen un sector agrícola nada competitivo, pero que desde el punto de vista social les permite a las autoridades mantener una frágil calma en el país.

El principal argumento francés para oponerse a la firma del acuerdo ha sido el ambiental. Uno de sus “caballitos de batalla” es el avance de la deforestación amazónica, argumentando que esta falta de política de conservación provoca un perjuicio directo a la calidad ambiental planetaria, y, por lo tanto, excede la soberanía de los países que gestionan a la mayor selva tropical del mundo, con Brasil notoriamente a la cabeza. Con este argumento ha intentado justificar su oposición a la firma, cuando en realidad la principal razón radica en la compleja situación de proteccionismo de su sector agro productor.

Es cierto que la UE aplica la normativa en materia ambiental y sanitaria más compleja, exigente y difícil de cumplir del mundo, lo que eleva los costes de producción. Sus granjeros denuncian que si se permite el ingreso de los productos agropecuarios del Mercosur con importantes ventajas arancelarias, ellos no podrán competir, y será el fin de sus economías.

Esta es la verdadera razón de la oposición gala a la firma del acuerdo; no de ahora, sino desde hace años.

Casualmente la situación de las protestas de los sindicatos de agricultores ha escalado notoriamente en los últimos días, justo cuando se aproxima una oportunidad real de alcanzar un acuerdo entre el bloque europeo y el sudamericano.

Macron expresó su oposición alegando la falta de reciprocidad de normas ambientales entre las partes, algo que justamente el texto del acuerdo negociado deberá contemplar de manera expresa, si las negociaciones llegan a buen puerto. Es evidente que esta postura individual condena al fracaso a las avanzadas negociaciones conseguidas hasta ahora, porque para aprobar el acuerdo, los 27 parlamentos de la UE deberán refrendarlo.

Considerando el elevado nivel de proteccionismo que ostenta el sector agrícola francés, un acuerdo con las potencias del Mercosur en este rubro, permitiendo el ingreso de su producción en condiciones favorables, afectará directamente a los agricultores locales, dejando en evidencia lo dañina que resulta esa vieja práctica, que va en dirección contraria a las leyes del libre mercado.

Hoy el sector agrícola francés se opone a todas las importaciones de productos extranjeros -incluidos los previstos por las laxas regulaciones en el interior de la UE-, por la sencilla razón de que no es competitivo.

Todo indica que presenciaremos una nueva postergación en la concreción de un acuerdo con la UE.

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