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Revolución de la superficialidad

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ignacio de posadas
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AVISO: deseo profundamente que este artículo esté totalmente equivocado. Lo escribo porque el tema me preocupa angustiosamente.

Extractos de Búsqueda (10/2, pág. 19), artículo sobre las redes sociales a partir de un informe de Radar:

-Casi el 60% de los encuestados cree tener “una dependencia significativa o total a las redes sociales”.

-El tiempo promedio de uso diario de internet es de casi 6 horas.

-La lectura de noticias y la búsqueda de información ocupa, respectivamente, el 4° y 5° lugar en cuanto al uso de internet. Chatear, ver videos y revisar las redes, los tres primeros.

Estamos viviendo una revolución de las comunicaciones. No es la primera revolución que sufre la humanidad: desde los hititas que inventaron la caballería, al invento de la rueda y luego del arnés, pasando por la máquina a vapor, la electricidad, la energía atómica y los viajes a la Luna, para mencionar solo algunos ejemplos, la humanidad ha vivido transformaciones profundas, removedoras.

Pero lo que estamos viviendo tiene características especiales. Toda revolución tuvo consecuencias secundarias no deseadas: esta que vivimos las tiene primariamente.

A continuación, una muestra de lo que me preocupa de este nuevo mundo “en red”:

1. El hábito de la lectura se está perdiendo. Con todo lo que ello implica para la inteligencia, la imaginación y la formación de los seres humanos.

2. El espectro de tiempo que las personas otorgan a su atención se ha reducido drásticamente. Enfocarse en un tema por más de 5-10 minutos se ha convertido en un esfuerzo excepcional.

3. La combinación de los dos factores anteriores produce dos efectos: la gente se informa mucho menos y ese menos, a su vez, con menos profundidad y reflexión.

4. Las redes agudizan la tendencia, innata en la persona, de recostarse sobre quienes piensan como uno, reduciendo la apertura intelectual

5. Lo anterior, se ve potenciado por el hecho de que las expresiones comunes en las redes no solo son breves, sino que, además, esa brevedad no da lugar a matices, a la vez de llevar una carga extra de emotividad. La gente no se informa en las redes: solo confirma y refuerza sus creencias

6. Las redes, junto a la TV, han consagrado un menor ejercicio de las relaciones interpersonales (es más fácil verlo en casa). Esto, a su vez, al reducir la interacción, reduce el contacto con otras situaciones de vida y, en muchos casos, la inclinación a la solidaridad.

Muchos de los efectos que producen las redes, inciden muy directa (y muy negativamente) en el funcionamiento de la Democracia.

Para empezar, la Democracia requiere como mínimo, que la sociedad esté razonablemente informada, de la realidad en que vive y de lo que hacen (o no hacen), los gobernantes.

Gobernar se ha hecho cada vez más complejo, en buena medida por el aumento constante de expectativas por parte de los gobernados, lo que va produciendo un crecimiento, igualmente constante, del tamaño y la complejidad del Estado.

Todo ello hace, a su vez que, generalmente, le resulte imposible a los gobiernos, tanto el satisfacer las expectativas como dominar a las maquinarias estatales.

Una población que no se toma el trabajo de informarse y de comprender lo que sucede será siempre una sociedad disconforme.

Ese proceso redunda en un alejamiento de las personas con relación a la política, modus operandi de la Democracia. Sin un cierto grado de involucramiento, no hay Democracia que pueda funcionar sostenidamente.

En ese caldo de cultivo: lejanía, desconocimiento, expectativas frustradas y las redes, con su tendencia a la simplificación y a la emotividad, el sistema político es proclive a ambientar la aparición de outsiders populistas.

Tanto los personales, como los sociales y los políticos, estos fenómenos problemáticos son de muy difícil abordaje. Porque hacen a la formación cultural de la sociedad y porque contrariar su corriente implica meterse en el tema de la libertad.

Pero no por eso se justifica soslayarlo. Gobernar no es solo gestionar, decretar y legislar. También y muy centralmente, implica liderar. A su vez, la responsabilidad de liderar no se circunscribe a quienes tienen poder político o jurídico. Todos quienes detentan algo de poder, institucional, cultural, comunicacional, etc., tienen responsabilidades en la vida de la sociedad que integran y no vale que se afilien al gremio del “no es mi problema”.

El funcionamiento de nuestras sociedades democráticas está siendo sometido a ciertas amenazas, concretas y presentes. Nos afectan y afectarán aún más, a todos. Mirar para otro lado no hará que desaparezcan.

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Ignacio De Posadas

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