Renovación empantanada

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FRANCISCO FAIG
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Uno de los grandes desafíos del Frente Amplio luego de las sucesivas derrotas de 2019 y 2020 es procesar una renovación que lo impulse hacia 2024. Por ahora, no está resultando.

El signo más evidente de ese fracaso es haber apelado a Valenti como jefe de campaña por el SI. No porque el personaje fuese tonto o careciese de exitosos antecedentes que mostrar, sino porque representa a la vieja guardia, es decir, a aquella generación que construyó los sucesivos triunfos a partir de 2004, pero que también se extinguió políticamente en 2019. En vez de promover a alguien de la generación del 83, por ejemplo, o incluso a algún sub-50 años, se convocó a un señor de 74 años de edad para que entrara a la cancha.

El problema de la renovación generacional es enorme para el FA. No porque falten dirigentes jóvenes, sino porque ninguno de ellos muestra hoy el liderazgo político y la proyección electoral capaces de conducir a la izquierda hacia la otra dimensión de su imperiosa renovación, más compleja y más profunda: la de su discurso.

Si no hay ningún sub-45 en el FA (y no lo hay) que acepte convencido y públicamente que Cuba es una dictadura; que la izquierda no puede avalar lo que ocurre en Venezuela; que las derrotas de 2019- 2020 no fueron consecuencias de una coyuntura menor; o que la igualdad social promovida clásicamente por la izquierda no puede asociarse a la corriente “woke” marcada por la agenda estadounidense, entonces todo el FA fracasará en sus renovaciones de discurso político, de postura ideológica y de convicción democrática.

Sin grandes figuras electorales menores a 50 años de edad y sin interpretaciones de talante izquierdista y democrático que expliquen bien el nuevo mundo poscovid-19, el camino de renovación del FA es escarpadísimo. Máxime cuando, del otro lado, la Coalición Republicana, con matices y variedades, es capaz de mostrar proyecciones de liderazgos y de discursos en una perspectiva que abarca ampliamente a toda la próxima década.

Algunos dirán que no es sencillo suplantar a una generación de cracks que ganaron todo como Mujica, Astori y Vázquez. Y es verdad: esos liderazgos no se decretan y llevan mucho tiempo de construcción. Otros dirán que una derrota del SI liderada por alguien de la vieja guardia permite y legitima, finalmente, una renovación general. Difícil para Aries: ¿quiénes son los guapos, cinco o siete dirigentes sub-50, que se atreverán a exigir mirar más allá del ombligo militante filosindicalista que es protagonista en el FA? No los hay.

Incluso más: Pereira es hoy menos pertinente que lo que fue Miranda para dar un fuerte golpe de timón renovador posreferéndum. Se parecen mucho: los dos comulgan en la adhesión a las consignas apolilladas propias del manualcito ilustrado del perfecto frenteamplista montevideano, y los dos están convencidos de la dogmática superioridad moral de la izquierda. Pero al contar con el apoyo, los votos, y la pitcenetización mental que nunca alcanzó a lucir el doctor de sonrisa de yerno meritorio que terminó su mandato ensayando discursos de estética norcoreana, lo de Pereira es pues más grave y sustancial.

El FA no tendrá renovación fértil por mucho tiempo. Sic transit gloria mundi ad sinistram.

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