El paro que declaró el Sindicato Único Portuario y Ramas Afines (SUPRA) la semana pasada tuvo dos diferencias importantes con los realizados hace unas semanas. Primero, en cuanto a su amplitud. Un dirigente del gremio explicó que: “Hasta ahora las medidas se concentraron en una empresa. Ahora alcanzarán a todos los puertos del país comenzando por Nueva Palmira, a los de graneles, pasajeros, y a los depósitos portuarios y extraportuarios. La bandera del SUPRA es avanzar todos juntos”. Segundo, por su objeto. El punto clave en esta oportunidad es la antigua reivindicación gremial de eliminar o reducir la “precariedad laboral” en que se encontrarían unos 500 trabajadores jornaleros, aproximadamente 30 % de los trabajadores portuarios.
El problema laboral y social de los jornaleros existe en muchas industrias y afecta a los trabajadores más humildes, menos preparados que en este caso, como dice el sindicato, viven en las zonas más vulnerables de Montevideo, “hacen la changa del día” y no tienen acceso a determinados beneficios o prestaciones sociales.
Aunque el sindicato reconoce que el puerto avanza en tecnología y productividad considera que “la modernización no puede hacerse sobre la base de la precariedad”.
Es una falsa oposición. Por dos motivos.
Primero, un puerto moderno será más eficiente y atraerá más cargas y buques y, como resultado, generará una mayor demanda por mano de obra.
Segundo, el “Smart port” requiere inversión en infraestructuras especializadas, maquinaria para el manejo de las cargas y sistemas operativos actualizados (como el sistema informático Navis/N4 de TCP y que causó una cadena de paros). Pero todos estos elementos son (por ahora) inertes. Necesitan de trabajadores técnicos mejor preparados en general y más capacitados (y actualizados) en las tecnologías de la información y comunicación aplicadas al funcionamiento de los puertos y en la operación de maquinarias más complejas. Este tipo de empleos son, por su naturaleza, más estables y mejor pagos.
La modernización en los puertos es un hecho inevitable, necesario y deseable.
La realidad es que el avance tecnológico en todos los puertos del mundo reduce la importancia relativa de las formas de trabajo más tradicionales que requieren una mano de obra menos preparada y precaria. El ejemplo clásico es la sustitución de los estibadores que trabajaban en los buques de carga general por el sistema de transporte intermodal que utiliza como unidad básica el contenedor.
El desafío de solucionar o mitigar la situación de los trabajadores jornaleros se resuelve en el largo plazo, con más educación y preparación técnica. Algo que compete al Estado. En el corto plazo el camino es generar más empleo y ello exige un puerto moderno y eficiente. El problema no se solucionará con paros que solamente sirven para crear mayores costos, impuestos invisibles, que deberán ser pagados por el resto de la economía de nuestro país, y perjudicarán la posición competitiva de los puertos uruguayos en la región.
No debemos olvidar que nuestros puertos deben subsistir en mercados transnacionales y enfrentan una competencia que se acentuará aún más en el futuro. Lo que sucede con el movimiento de contenedores en tránsito y transbordo del puerto de Montevideo es una seria advertencia.