Nacionalismo e informática

Benedetto Crocce decía que “todo es historia contemporánea”. Lo que significa que hasta la historia más antigua es necesaria para comprender el presente. La avasallante realidad de la informática, los robots y la inteligencia artificial (IA), abarca a la totalidad de los órdenes de la vida. Su influyente potencialidad es apta para minar los fundamentos ancestrales de la cultura universal. La de Occidente incluida.

Una de sus derivaciones es que permite a cualquier persona opinar sobre cualquier tema con la sola utilización de la IA. Siendo ignorante el “autor” del conocimiento de lo que se escribe. Equivale a la posibilidad de pedirle a otra persona que haga gimnasia por uno. Ya es posible que los fundamentos de una idea sean directamente ignorados, dentro de un extendido proceso de conocimiento sin aprendizaje.

Los estados nacionales, hijos de la historia y levantados sobre una cultura acumulada por generaciones, parecen vulnerables, ante la evolución de las comunicaciones, que no reconoce límites. Y, nuevas tecnologías, de la mano de poderosas organizaciones políticas y económicas internacionales van redoblando la posesión intelectual y material del planeta. Queda planteada la inquietud de saber si hay manera de preservar unos valores occidentales -tales como libertad, patria, derechos humanos y trabajo- nacidos de la inteligencia, la experiencia y la evolución durante milenios de existencia de la especie, agredidos ahora sin tregua.

Los estados nacionales, los países, nacieron con el Tratado de Westfalia 1648), que puso fin a una guerra europea y marcó el nacimiento del sistema moderno de Estados soberanos, al consagrar su soberanía territorial e independencia política frente a poderes externos como el Papa o el Emperador del Sacro Imperio. La soberanía es concepto central de las entidades estatales. Comprende al derecho a gobernar sus asuntos internos sin intervención externa. Lo que sigue o debería seguir siendo pilar de las relaciones internacionales actuales.

El panorama contemporáneo presenta una confusión absoluta de límites y autonomías. Los organismos internacionales formalmente vigentes desde la Organización de las Naciones Unidad en la cúspide hacia abajo están totalmente desbordados. Y, tambores de guerra resuenan por todas partes.

Este comentario viene a colación cuando el Partido Nacional -se informa- viene analizando su renovación política, para adaptarla a los nuevos tiempos. Se promoverá -anuncian- una producción intelectual propia. Buena iniciativa, que debería de reafirmar la actualización de la cultura occidental, matriz del nacionalismo oriental a partir del artiguismo y bastión contra los autoritarismos foráneos.

Las organizaciones proselitistas que gobiernan hoy al estado uruguayo, son férreas militantes de causas internacionalistas y dictatoriales. Basta un reciente y elocuente botón como muestra. La entrega del Premio Nobel de la Paz a la heroína venezolana María Corina Machado, ha sido criticada por el actual Presidente de la República y su elenco. Partidarios de que tal mención fuese declarada “desierta”. En guiñada cómplice con la vil tiranía de Maduro y su enjambre de cómplices, que atrae a la simpatía progresista doméstica.

La cultura política republicana matriz de nuestro estado nacional, es fortaleza moral, que debe reavivarse todos los días.

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