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Musk, el narcisista absoluto

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GINA MONTANER
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Desde que Elon Musk anunció que tenía intención de comprar Twitter la operación ha sido un espectáculo lleno de intrigas y drama empresarial. Es el terreno en el que se siente a gusto el entrepreneur tecnológico, siempre ávido de llamar la atención.

En la línea de los libertarios puros y duros, Musk se define como un “absolutista de la libertad de expresión” y su cruzada, sobre todo en lo concerniente a Twitter, se ha centrado en la necesidad, según él, de que esta plataforma sea una “plaza pública” en la que todo valga: desde lo más abyecto a lo más inofensivo. Es una forma, también, de que el propio Musk se auto conceda la libertad de hacer pronunciamientos vinculados a las teorías de conspiración que suscribe, propaga y hasta borra cuando comprueba que su travesura ha llegado demasiado lejos. Al empresario le gusta tirar la piedra y esconder la mano.

En realidad, desde sus inicios Twitter ha sido una plaza pública en la que los usuarios han gozado de autonomía para seguir a quien le plazca y de dejar de seguir a quien le resulta antipático o sencillamente repugnante. Es más, la plataforma, cuyo símbolo es el célebre pajarillo azul, cuenta con unos ventajosos mecanismos: si se quiere ser más educado, puedes silenciar a gente que te sigue pero que te resulta molesta o descabellada. Ellos no lo saben y viven felices pensando que te siguen y los sigues. Y si deseas dejar bien claro tu repudio a ciertos tuiteros, dispones del modo ¨bloqueo¨.

Bien, la premisa de Musk de que va a hacer más “libre” Twitter es engañosa porque ya lo es. Ahora bien, como toda empresa privada, hasta ahora su gerencia tenía establecidas las normas que consideraba oportunas. Todos los que alguna vez hemos trabajado en compañías sabemos que estamos sujetos a sus reglas y si no nos gustan tenemos la opción de irnos y no someternos a ellas. En el caso de Twitter, hasta la compra de Musk la empresa ha tenido como principio no permitir los tweets de individuos que propagan difamaciones o teorías de conspiración que a todas luces son invenciones flagrantes. En su derecho está cualquier junta editorial de tomar esta decisión.

El magnate de Tesla y de Space X ahora propone que en Twitter se publique todo, sin importar si se trata de barbaridades o injurias colosales.

A su vez, los demás somos libres de apuntarnos o no a esta nueva aventura.

Al contrario de los que se muestran tan críticos con Twitter, como periodista hasta ahora me ha parecido una herramienta muy útil en momentos de noticias de última hora por su inmediatez y la divulgación de información relevante por parte de los medios más acreditados. Cada cual tiene el discernimiento para escoger entre un titular del New York Times o el de alguna oscura publicación que contraviene lo que los medios reputados están informando. Claro está, como ocurre en todo espacio público, en Twitter abundan los que ventilan egos descomunales que necesitan de un escaparate. En una biografía sobre el nuevo dueño de Twitter publicada en 2015, su autor, Ashlee Vance, lo describió como un individuo con “abundante ego”. A Musk lo que más ilusión le hace es el caos que monta con sus aspavientos de libertario. Su último juguete es Twitter y jugará con él hasta que se canse. Así son los narcisistas absolutos.

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