Tras la votación del domingo, se murmura que sería mejor elegir a la fórmula presidencial que tiene mayoría en el Senado. El argumento suena, pero choca contra las muchas veces en que las mayorías han deliberado en cenáculos íntimos, han bajado verticalazos y han regimentado el voto legislativo.
Por lo demás, un gobernante fuerte en sus convicciones no le teme a la intemperie política. Hagamos memoria.
En los primeros días de octubre de 2002, el Dr. Luis Alberto Lacalle de Herrera visitó el Edificio Libertad y le comunicó al Presidente Jorge Batlle que retiraba los Ministros del cogobierno. Iban apenas tres meses y unos días de la crisis de fines de junio. Faltaban tramos esenciales para la recuperación.
- Nos quedamos sin mayoría parlamentaria, comentó el Presidente.
Y agregó:
- Ahora muchos esperarán que para seguir, busquemos reconstruir esa mayoría, negociando cargos con algunos legisladores. No voy a hacer eso sino todo lo contrario. Voy a llamar a ciudadanos con trayectoria, que defiendan lo que hagan por el peso de sus fundamentos. Si el Parlamento los acompaña, bien. Y si discrepa, todos van a ser responsables ante la opinión pública.
Dicho y hecho. Sin mayoría automática, Jorge Batlle gobernó 2 años y 5 meses, apostando a las razones que expusieran sus capitanes Atchugarry y Alfie y el personal de abordo, que tuve el honor de integrar desde el Ministerio de Educación y Cultura. Tras rechazar la cesación de pagos -default- que proponía la intelligetsia frentista, se reorganizó la banca, reprogramó los pagos, sancionó el Código de la Niñez y la Adolescencia, promulgó la ley de fideicomisos y tuvo energías para separar del cargo al Fiscal de Corte y someterlo al pertinente sumario, que confirmó las ilegalidades en que incurría.
Para todo eso y más, no había mayoría parlamentarias. Pero teníamos Presidente pensante y conciencia institucional en gobernantes y opositores. Tan eficaz fue el método, que Batlle entregó el gobierno al Dr. Vázquez con las finanzas en orden y la economía en ascenso, al punto que, con mis propios ojos, vi a Astori aplaudir a los protagonistas de la recuperación.
Y atención. A las mayorías automáticas les debimos la intocabilidad de Bonomi, la demora en sacar a Sendic y la violación retrospectiva de la voluntad popular patentizada en dos plebiscitos. No hay razón, pues, para apostar a gobernar desde su predominio.
Mucho mejor será aprovechar una Cámara de Representantes sin mayorías monolíticas. Abierta. Obligada a debatir. Puede ser una oportunidad para enriquecer el hoy paupérrimo discurrir colectivo, sin aislar a los llamados intelectuales y sin despreciar la doctrina, en nombre del materialismo miope en el que caen ciertos planteos socialistas y ciertos enfoques capitalistas, liberales en economía pero no en alma.
Nada es más urgente que volver a aprender a convivir en el mundo de los valores, reencontrándonos con los adversarios, no tanto respecto al juicio histórico sobre 50 o 60 años atrás como sobre los sueños, ideales y metas para los 50 o 60 años que están por venir.
Hemos sufrido demasiado como para no asumir la novela vivida. Si buscamos horizontes comunes, la gobernabilidad subirá desde lo cualitativo y ciudadano, de modo que seamos República de todos y no coto de caza política para iniciados.