Lo malo que tapa lo peor

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Claudio Fantini
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“Es lo que hacen las dictaduras”, le dijo el general Paul Selva a Donald Trump. “Nosotros no hacemos eso; no es lo que somos”, añadió.

El número dos del Estado Mayor Conjunto estaba encargado de organizar el desfile del 4 de julio y le respondió de ese modo al presidente, cuando éste le pidió que haga desfilar carros blindados y armamento pesado.

La respuesta del militar incluyó una experiencia personal: “Crecí en Portugal cuando regía una dictadura y los desfiles consistían en mostrarle a la gente quién tenía las armas”.

El desfile de noticias negativas sobre el ex presidente tapó esta revelación. El allanamiento del FBI a la mansión Mar-A-Lago, en Florida en busca de documentos clasificados que faltan en la Casa Blanca; la multiplicación de denuncias sobre presuntos fraudes cometidos por sus empresas, mientras se investiga si participó de la conspiración golpista que lanzó turbas contra el Capitolio para hacer fracasar el proceso electoral que perdió contra Joe Biden, atrapan toda la atención. Pero si se confirma la veracidad de la investigación periodística que reveló una discusión entre Trump y los jefes militares, quedará totalmente expuesta su naturaleza política autoritaria.

En los totalitarismos está la muestra más contundente de la verdad evidente con que un militar corregía a un presidente de Estados Unidos. La nomenclatura soviética observaba desde el balcón del Mausoleo de Lenin desfiles de tanques y misiles que cruzaban la Plaza Roja. Mao Tse-tung miraba desde la puerta de la Ciudad Prohibida el paso de los armamentos de gran porte desfilando por Tiananmen.

En Pyongyang, atraviesan la Plaza Kim Il-sung soldados con tanques y también los misiles nucleares del régimen norcoreano. En el 2021, para celebrar el 75 aniversario del Partido del Trabajo, portador de la doctrina marxista leninista y la “sabiduría” del fundador del régimen expresado en la doctrina Juche, los militares exhibieron misiles intercontinentales. Los proyectiles balísticos Hwasong-15 y Hwasong-17 volvieron a cruzar los puentes del río Taedong para celebrar los noventa años del Ejército Revolucionario del Pueblo.

Esas postales jamás se ven en las democracias. Las potencias de Occidente tienen vastos arsenales nucleares, infinidad de tanques y robustas piezas de artillería pesada, pero jamás las ostentan en celebraciones patrias. Y esa es una señal visual de una diferencia profunda.

Es cierto que no fue un régimen totalitario el que arrojó bombas atómicas sobre dos ciudades; Estados Unidos lo hizo. Pero como dice el general Paul Selva, los desfiles con armamentos son un instrumento de las dictaduras “para mostrarle a la gente quien tiene las armas”.

La pretensión de que el “Independence Day” se celebre al estilo soviético y norcoreano, no fue lo más grave de aquella conversación que retrata un libro de investigación periodística sobre el que habló un artículo de The New Yorker. Más grave fue que Trump rugiera su indignación diciendo “malditos generales ¿por qué no pueden ser como los generales alemanes?”.
Mirándolo con perplejidad, el secretario de Gabinete de la Casa Blanca Conjunto le preguntó a qué se refería y Trump respondió que se refería a los oficiales del régimen nazi que rodeaban a Hitler.

El general John Kelly terminó destituido después de aquella discusión con Trump, quien ya había elogiado a Hitler diciendo que “hizo muchas cosas buenas”. Lo que indignó al magnate neoyorquino fue que Kelly rechazara también implementar otro pedido que hizo para aquel desfile: que no estuvieran a la vista los ex combatientes inválidos ni los mutilados en campos de batalla.

“No los quiero…no se ven bien” argumentó para explicar por qué pedía que no participen del desfile los soldados y oficiales que quedaron en silla de ruedas o perdieron algún miembro en acciones de combate. Sus interlocutores no podían creer lo que escuchaban. Y por contradecirlo, por explicarle lo que es obvio en una democracia, sufrieron alguna represalia por parte del presidente que les ponía como ejemplo la “absoluta lealtad” a Hitler de los generales alemanes.

Lo más revelador de aquella conversación increíble entre un presidente de Estados Unidos y los máximos jefes militares, es que Trump reclamara exhibir armamento en los desfiles militares, mostrando desde otra perspectiva la atracción que sobre él ejercen los regímenes totalitarios.

Para el millonario conservador los desfiles de las fechas patrias muestran debilidad de los Estados Unidos por no exhibir armamentos como hacían las columnas militares que pasaban junto al Kremlin en la era soviética y como están haciendo nuevamente en esta etapa de la era Putin. Como si no pudiera entender que esas exhibiciones de poderío armamentista son parte del lenguaje visual de las dictaduras totalitarias.

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