La anunciada visita a Uruguay del presidente del gobierno español Pedro Sánchez, plantea dudas e interrogantes. Puede ser una buena oportunidad para que Uruguay insista en su política de apertura y para lograr que España influya en el buscado acuerdo comercial entre Mercosur y la Unión Europa.
¿Pero tendrá Sánchez alguna influencia? Hoy está pasando su momento más crítico desde que asumió el gobierno en 2018. Como explica el escritor Javier Cercas al reclamar su renuncia en una reciente columna publicada en El País de Madrid, “carece de legitimidad para gobernar un presidente cuyos dos colaboradores más estrechos durante una década están siendo investigados por integrar una organización criminal (uno de ellos acaba de ingresar en prisión), sin olvidar que también investigan por otros delitos a su mujer, su hermano y el fiscal general del Estado”. El propio diario donde se publican esta y otras columnas críticas al gobierno, está dando un vuelco radical. Tras haber surgido como un medio de prestigio y credibilidad se volcó al sanchismo, para en estos meses volver a algo parecido al periodismo independiente. Tantas volteretas son un síntoma más de que el gobierno no las tiene nada fácil y si sigue a flote es porque Sánchez es un habilísimo manipulador político para mantenerse en la silla y hará todo lo posible por seguir en ella.
En ese contexto llega el visitante a Uruguay. Antes pasará por Santiago de Chile para una cumbre de “presidentes progresistas” a realizarse el 21 de julio, junto a Gabriel Boric, Yamandú Orsi, Luiz Inácio (Lula) da Silva y Gustavo Petro. Son pocos y a diferencia de lo que decía aquella vieja canción, estos están “mal montados”. Con excepción de Orsi, todos enfrentan turbulencias y en el caso de Boric y Lula, llegan debilitados al final de sus ciclos.
El Sánchez que viene a Uruguay no es el de cuando trasmitía confianza (quizás en exceso), presencia y poder. En Uruguay los medios dieron poca importancia a lo que pasaba en España en estos años, y por eso solo sobresale este último escándalo. Pero su historia es más larga.
Desde que llegó al gobierno en 2018, el PSOE nunca tuvo mayoría absoluta y en la última elección ni siquiera una mayoría simple pero armó su gabinete gracias a acuerdos con partidos extremistas (Podemos, Sumar, el partido de los exetarras y los partidos independentistas catalanes que tras arrancarle concesiones inadmisibles, le dieron los votos solo en casos especiales). Acuerdos que él había jurado que nunca haría.
El horror que el Partido Popular (PP) liderado por Alberto Álvarez Feijóo, se aliara con la ultraderecha de Vox, quedó neutralizado por el horror inverso. Sánchez lo hizo no solo con la ultraizquierda (frívola e infantil) sino también con grupos de ultraderecha. Así lo explica Cercas al hablar de falsedades argumentadas por el PSOE. “La primera es que su gobierno constituye el antídoto contra la ultraderecha. No es así: (...) la ultraderecha participa ya en el gobierno” con el grupo extremista JuntsxCat que dirige Carles Puigdemont, asilado en Bélgica tras su intento de declarar la independencia catalana.
Cercas marca otra falsedad y es decir que el PP y el PSOE “son partidos incompatibles entre sí, que poseen proyectos políticos contrapuestos y abogan por modelos de sociedad antagónicos. A juzgar por las broncas apocalípticas que sacuden el Congreso, parece verdad; pero no es verdad: la prueba es que, cuando cambian los gobiernos, no se produce nada parecido a cambios de régimen o alteraciones drásticas en las políticas fundamentales”. Al punto, dice, que en el Parlamento Europeo ambos partidos votan coaligados en el 70% de las decisiones.
En las ultimas elecciones, la mayoría simple la obtuvo el PP que no logró acordar el necesario respaldo. Álvarez Feijoo le propuso a Sánchez armar un gobierno entre ambos sobre pocas pero claras bases y solo por dos años para evitarle a ambos que negociaran con los extremos. Sánchez no aceptó. Así están hoy las cosas.
También Cercas propuso en su nota, algo parecido: “no necesariamente un gobierno de gran coalición a la alemana, pero sí un entendimiento condicionado, variable y temporal entre PSOE y PP, que no cambiase el rumbo básico de la política económica y social (...) aunque no sea tan progresista.”
Los hechos siguen sucediendo en España. Sánchez insiste en no renunciar. Toda su carrera política se elaboró sobre la necesidad de llegar a la presidencia y quedarse en ella. Pagó precios muy caros para eso y no está dispuesto a ceder.
Un gobierno cada vez más parecido al de los Kirchner en Argentina, logra actitudes similares. Importa el “modelo”, la corrupción es lo de menos y así como tanta gente se enoja porque Cristina está presa, pese a que toda Argentina vio su megacorrupción, también en España hay gente que apoya a Sánchez a como dé lugar.
Aún cuando siga hasta el 2027, el Sánchez que llega a Montevideo en 15 días es uno debilitado y marcado. Y eso sin duda afectará sus conversaciones con Orsi.