Lo menos que el ciudadano común puede sentir ante la realidad que vivimos es inseguridad. En el sentido más amplio de la palabra. Desde siempre, los ciudadanos ante las alternativas cambiantes de lo cotidiano, como pasa con una columna de soldados tendida en batalla, para calmar las incertidumbres buscamos adónde anda la jefatura -leáse el gobierno nacional- y al divisarla con sus banderas y escoltas, recuperamos fe y ganamos tranquilidad. Ahora no nos está pasando así.
Hay hechos sutiles que solo se captan con atención pormenorizada. Hay otros que rompen los ojos por su volumen y estruendo. Lo que viene ocurriendo desde marzo 2025 a hoy sin solución de continuidad con el gobierno nacional es parte de los últimos. Y, tan es así, que aún dentro de la mediocridad intelectual y ética de la dirigencia frenteamplista de primera línea -con el sentido crítico inteligente mutilado- aparecen reiteradamente gestos que denotan confusión. No porque se esté incumpliendo alguna suerte de programa político de gobierno notoriamente inexistente, sino porque más allá de las frases hechas -como el “hay que sacarle la plata a los ricos para dársela a los pobres”- desde decisiones relevantes hasta otras menores, estamos en una caza de perdices tirando chumbos para todos lados con la esperanza de que caiga alguna.
De hecho hay tres personas que asumen rol presidencial al mismo tiempo. El Presidente formal -Orsi- es una; el presidente de trinchera -Sánchez- es otra, y un presidente que transita por ignotas estrategias jurídicas -el doctor Díaz (juez del caso Feldman y abogado de la embajadora Ache)- es la tercera. Hay observadores de buena voluntad que ante las circunstancias queriendo dar jerarquía a la situación, dicen nos gobierna un “Triunvirato”. Término con algún antecedente histórico. Pero, en él se acentúa su carácter de cuerpo colegiado donde se intercambian ideas y se toman decisiones. En la situación que venimos aludiendo lo hacen tres voces individuales y disonantes. Por ello, parece más ajustado concluir estamos bajo la égida de una triarquía.
Con el diario que tengo a mano es impactante el avance del crimen. Ha sido muerto en el Cerro el cuarto agente policial del año -de 30 años- en un asalto. La Ciudad Vieja padece una creciente ola de robos y después de las 15 horas se va transformando en una tierra de nadie. Un hombre apareció asesinado en un auto en Parque Batlle. Y, en el interior la cosa no es distinta. En la pasada administración los abigeatos habían caído exponencialmente y en la actual según la fuente compulsada han aumentado entre un 8,7% y un 14%.
La reiteración de errores es apabullante. Demuestra que bajo la triarquía gobernante no se tiene la menor idea de como funciona el procedimiento administrativo, y el disciplinario ante investigaciones y sumarios, o el sistema de compras del estado, o el estatuto del funcionario de base constitucional que establece incompatibilidades infranqueables para la acumulación de cargos de dirección con otros subordinados a la misma. Se suman fallas tras fallas en un rosario de ilegalidades que va tomando ribetes exorbitantes (Cardama, las patrulleras marítimas, la compra de la estancia María Dolores y la anulación de su licitación pública parcial para agricultura por ilegalidad, las 3.418 hás. que afectará el embalse Casupá, etc.).